Los días de Agustín Cuadrado, Érika Merchán, Lupe y Gaspar pasan entre juegos, música y los quehaceres típicos que exige una rutina. La familia, como tal, se constituyó hace ocho años atrás, con la llegada al mundo de Lupe.
La niña desembarcó con la empatía que la caracteriza –en palabras de su papá- cuando la pareja comenzaba la búsqueda de un hijo. Así, inició la travesía de la paternidad para el músico.
“Fue muy loco, porque apenas empezamos a querer que suceda, pasó”, rememora Agustín y reflexiona sobre la llegada de la primogénita: “Fue también muy fuerte. Con sus matices, porque a veces se lo romantiza de más, pero es una vorágine, con cosas para padecer y disfrutar a full”.
Poco después, arribó Gaspar, quien heredó de su padre la diversión. Desde entonces, priman las sonrisas, la complicidad y el compañerismo. En ese ínterin abrieron las puertas a Ocio, para conocer en profundidad al “papá del mes”.
¿Cómo describirías a cada uno de tus hijos?
Son diferentes. Hoy en día, Gaspar está a full con el fútbol y los juegos de play station. También le gustan mucho las figuritas y anda centrado en eso, como también en retomar amistades después de la pandemia.
Y Lupe es empática con todo el mundo. Necesita saber que los demás están bien, ayudarlos y estar al tanto de las cosas que suceden. Lo que más resalto de ella es que se pone mucho en el lugar del otro. Y como papá tengo el objetivo de que sea buena persona, aunque parezca cliché.
¿Y en cuanto a la relación entre ellos y con vos?
Entre ellos son amigos. Obviamente tienen sus conflictos y cosas de niños, pero se quieren mucho.
Y entre nosotros, la relación es muy sana y nos llevamos súper bien. Con Lupe comparto fundamentalmente salidas. Me encanta invitarla a dar una vuelta, a la panadería, a hacer un trámite, me acompaña al banco, a la sala de ensayos. Es una compañera excelente, te hace el aguante en todo.
Con Gaspar se trata más de juegos en casa. Jugamos a la play o al fútbol, o vemos partidos, que es lo que a él le gusta. Por otro lado, entre los cuatro, nos gustan mucho los juegos de mesa, como las cartas, el uno, el burako. Aunque a veces se arman desafíos y peleas, es divertido.
¿Cómo sería un día típico de ustedes?
Cuando estoy en casa y no hay shows, los despierto temprano para ir al colegio. Les hago el desayuno, van a clase y cuando los busco y vienen a casa, merendamos, vemos algo de tele. Después, Gaspar juega a la play y Lupe a la vendedora, como dice ella.
Me recibe y me vende lo que hay en la habitación. Le gusta que me disfrace y haga diferentes personajes. A la noche se bañan, comemos y la dormida es temprano.
¿De qué manera cambia esa rutina si estás de viaje con la banda?
Hay etapas. En un principio ellos hacían un click cada vez que yo me iba y con Érica se manejaban de una forma re organizada. En cierto punto, no había tanta demanda de papá.
Pero actualmente, sobre todo Gaspar, es más consciente y demanda más. Se hace difícil. De mi lado, uno por ahí se siente un poco culpable, mal. No diría triste, pero sí se extraña el día a día. Igualmente, las videollamadas son un paliativo y se puede llevar todo de una forma más linda. Además, ellos la pasan muy bien con mamá.
¿Cuál es el mayor desafío de la paternidad?
Tenés que pensar en otros, no solo en vos. Hay que analizar antes de hacer cada cosa, desde lo mínimo o lo importante. Si decido tomarme unos días tengo que poner en juego si a los chicos les va a gustar el destino que elijo, si van a tener donde jugar, si van a estar cómodos. Lo mismo si vamos a ir a una fiesta, nos preguntamos ¿dónde los dejamos? o ¿pueden venir?
Hay que dejar de pensar en uno y es todo doble. Además, hay que priorizar que ellos estén bien para que uno pueda estarlo; porque, si uno como papá quiere forzar situaciones, no va bien, ellos la pasan mal y uno también.
Otra de las cosas que tuve que educar es la paciencia y eso es algo de todos los días. Es difícil estar a la altura de las circunstancias. Soy un papá que me exijo mucho, no soy el que quisiera, pero sigo trabajándolo.
¿Y lo más lindo?
Lo mejor, sinceramente, es saber que cuando vuelvo, de cada una de las giras, sean largas o cortas, están y me van a dar un abrazazo o un beso o una enorme sonrisa. El amor que tienen es tremendo, real y sincero.
¿Tenés algún referente en este camino?
Tomo algunas cosas de mi mamá, de mi papá y de mis abuelos. De cada uno de ellos trato de emular las cosas que me enseñaron. Lo hago sin proponérmelo, simplemente pasa que me encuentro diciendo ‘esto quiero hacerlo como lo hacía mi abuela que nos cuidaba mucho’, por ejemplo.
¿Qué valores intentas transmitirles?
Fundamentalmente, que sean buenas personas, que piensen en el otro. Hay una frase famosa que dijo el “Negro” Fontanarrosa. Le preguntaron qué deseaba para su hijo y respondió ‘que sus amigos se pongan felices cuando lo vean venir’. Eso me pasa. Cuando voy al cole y los amigos los saludan, contentos, pienso que estamos haciendo las cosas bien.
En otro momento de mi vida quizá hubiera dicho que tienen que estudiar, trabajar, ser líderes. Pero, hoy no estoy para cargarlos con esa mochila. Cuando éramos chicos teníamos esos mandatos. Quiero que se sientan libres de hacer lo que tengan ganas, que elijan lo que los haga felices.
Yo tengo la suerte de hacer lo que me gusta y me hace sentir pleno. Ojalá ellos tengan esa posibilidad. Intento transmitirles eso, que sean felices y valoren las cosas que les va dando la vida.
¿Cómo te imaginas su futuro?
Pienso que Lupe puede terminar siendo psicopedagoga o algo referido a la Educación Especial. Quizá también docente de Nivel Inicial. Me infla el pecho como se involucra con ciertas situaciones, nos pone felices. Y Gaspar ahora está metido con el fútbol, hace un tiempo con la percusión, pero no sé bien qué rumbo irá a elegir.