Anita Rizzi es una joven artista cordobesa que utiliza una técnica poco conocida en Córdoba. Esta consiste en lograr que objetos tridimensionales adquieran, gracias a su intervención, un efecto bidimensional. En la siguiente entrevista nos revela cómo logra que una escena viva se transforme “mágicamente” en una obra de arte.
Pero antes de empezar a comentarles de qué se trata su proyecto, miren detenidamente las imágenes de la nota. Deben saber que todo lo que vean en esas fotos es real: los objetos e inclusive los protagonistas. “Es simplemente un enfoque diferente del retrato”, define la propia artista.
Por José del Franco
Sus comienzos
Cuando cursaba sus estudios en el colegio Castelfranco de Dante Alighieri, Anita comenzó a
percibir las primeras señales de sus preferencias por el arte. “Me la pasaba rayando los bancos del cole, dibujando todo lo que se me cruzaba. Amaba Plástica, con mi profesor Horacio Araujo, y no me entraba en la cabeza cómo a todos los aburría”, cuenta. También, para su desarrollo profesional, fue fundamental el apoyo de su familia “a la hora de seguir con mi sueño, más allá del los altibajos que este tuviera”, agrega.
Hoy su vida cambió bastante y dista de aquella adolescencia. “Con mi propia familia conformada por mi novio y mi hijo, me vi obligada a fortalecerme en todo sentido y así nació este nuevo proyecto”, cuenta. “Empecé a probar esta técnica tomando como referente a la artista Alexa Meade (Estados Unidos). Nunca creí llegar hasta acá, que mi propia obra me confunda a mí misma. La verdad es que me sedujo bastante”, confiesa.
Empezó probando técnicas, creyendo que era bastante simple, pero con el tiempo se fue dando cuenta de lo complejo que era todo, que se trataba de un análisis y de un juego de luces y sombras. “Probé pintar un huevo y me volví loca. Hablo de un huevo frito, lo freí, lo puse en un plato y lo pinté. Fue desesperante, se pegaba en el pincel y se hacía un engrudo, pero lo logré”, recuerda entre risas.
Rizzi define lo que hace: “Se trata de pasar de la tridimensión a la bidimensión en una foto.
Desde el ángulo que esta sea tomada, va a seguir pareciendo un cuadro”, cuando en realidad es una escena viva. “Es simplemente un enfoque diferente del retrato. Todo aquello que aparece en escena es real, desde la silla hasta la persona”, refuerza.
“En esta supuesta habitación generada con paredes de bastidores y piso de lona, selecciono objetos que tengan que ver con la temática que se vaya a representar, coloco luces que apunten a la escena y, de noche, me encargo de marcar las sombras que estos elementos generan por su simpleza de existir. Si hubiera algún elemento que generara una sombra por encima de otro, también. Ya con luz de día, pinto oscuras aquellas sombras que marqué y claras las luces, con sus respectivos degradados”, detalla acerca de su llamativa técnica.
Una vez lista la escena, trata de elegir al personaje correcto que va a participar y la vestimenta apropiada para lo que desea transmitir. “El tema del modelo no es menor. Es sumamente importante porque hay una variación infinita de caras y, por ende, de luces y sombras”, agrega.
“El modelo puede ir moviéndose, jugando en el espacio y con los elementos, salvo que sea una escena estática en la que se hayan marcado las sombras que el modelo mismo generó (como en la escena azul y blanca). Por esto es tan importante que los que vayan a hacer un registro de las escenas sepan de lo que se está hablando, ya que si apareciera una sombra no intencional, el efecto se perdería al instante”, cuenta.
El producto final de todo esto es una serie de fotografías, “pero nos vimos forzados, felizmente, a realizar videos explicativos porque la gente no entendía bien de qué se trataba con solo verlo en fotos. En un principio se generan discusiones divertidas. ‘¿Qué es eso? ¿Una persona o una pintura?’, se preguntan”.
La clave: controlar la ansiedad
“Lo más complicado a la hora de encarar un proyecto, en mi caso, es la ansiedad. Si uno no tiene paciencia, se frustra muy fácilmente y eso no está bueno. Igualmente, las trabas solo están en la cabeza, creo que es cuestión de enfocarse en todo lo bueno que va sucediendo, ya que los altibajos los tenemos todos. Y de eso se trata, ¿no? De aprender de ellos, levantarse, sacudirse el polvo y seguir apostando a lo que uno ama”, relata.
“Ser madre y artista es lo mejor del mundo”, confiesa Anita. “Te incentiva más. Se aprende, te enfoca, te reubica, te acomoda. Definitivamente, te acomoda. Además, te genera horarios, esto es un trabajo. Si bien uno lo disfruta, es necesario ponerse horarios para ser organizado. En definitiva, creo que para cualquier persona, un hijo es lo mejor que te puede pasar en la vida”.
Sobre su futuro, comenta que la proyección es una fantasía que creamos con nuestra cabeza. “A veces, el ser humano tiende a ser fatalista; entonces, hoy me va bien y en el futuro creo que me va a ir mil veces mejor, pero si mañana me va mal, quizá quiera tirar todo a la basura. El artista es pura emoción y sensación. Hay que aprender a controlar eso”, dice. “Honestamente vivo el día a día lo mejor que puedo, hago el esfuerzo de no proyectarme, de no enorgullecerme ni criticarme demasiado, porque, como escuché por ahí, ‘la competencia es larga y al final solo competís contra vos mismo’”.
Anita x Anita
Tengo 29 años y soy mamá de Mateo. No es un hobby pintar, es mi trabajo. Mi color preferido es el amarillo. No tengo muchas preferencias musicales. ¿Comida? Qué difícil, ¡me gusta todo! Aunque tengo debilidad por las gomitas ácidas. Me podés poner una tonelada de asado y un gusanito ácido y me quedo con el gusano, ¡ja! ¿Un lugar? En Córdoba, el mirador del Cerro. ¿Y vacaciones? ¡Cualquier lado! No soy muy exquisita mientras esté bien rodeada.
Si les interesa ver más:
Web: www.anitarizzi.com
Instagram: @anitarizziarte