Claudia fue modelo hasta sus 22 años, profesión que abandonó para dedicarse a la costura. Esa decisión quedó confirmada como la correcta tras dedicarse durante más de 25 años al rubro: efectivamente confeccionar era lo suyo. Si bien no lleva un registro, más de tres mil mujeres han pasado por su atelier buscando sus vestidos para bodas, egresos o quince años… todas las volvería a elegir y por eso la resaltamos como una de las diseñadoras de alta costura más prolíficas de Córdoba. Charlamos de esos y otros temas con nuestra mujer de tapa, quien nos enseña el valor de la humildad más allá del éxito.
¿Qué tipos de prendas diseñabas al principio?
Comencé con remeras y ropa Prêt-à-porter que vendía tras diseñar y fabricar. Luego, la vida me llevó hacia la alta costura y me enamoré del género.
¿Cuál fue tu primer diseño de alta costura?
Fue mi propio vestido de novia. Me quedó hermoso porque lo hice tal cual soñaba; de hecho, me recibí de diseñadora con esa pieza así que le puse de todo lo que había aprendido: volados, bordados, telas superpuestas, ¡todo lo que te imagines! (risas).
¿Cómo era en aquel momento ser una joven mujer emprendedora?
Era difícil porque no todas las mujeres trabajábamos o emprendíamos. Pero me enorgullece y recuerdo mucho el empeño de mi madre por incentivarme a estudiar y animarme a más. Si bien ella era modista, siento que vivía a través mío el deseo de convertirse en diseñadora. Cuando miro hacia atrás reconozco la impronta de mi madre.
¿Es algo que replicás con tus hijas?
¡Totalmente! Mis hijas son súper emprendedoras y están involucradas con sus desarrollos. Las incentivé a que se animen y es algo que ellas me reconocen.
Tras más de 25 años diseñando, ¿qué te sigue enamorando del rubro?
Mi trabajo es un nuevo empezar cotidiano. Conozco mujeres, hablamos de proyectos nuevos… todos los días vivo algo diferente. Además, me renuevo y trato de aprender junto a chicas más jóvenes para estar al día con las tendencias.
¿Cuál fue el vestido más especial que diseñaste?
Sin dudas el de mi hija Sofía. Diseñé y confeccioné dos piezas increíbles para su boda, y le sumé mucha emocionalidad. De los demás, creo que todos son especiales. Sin embargo, recuerdo una colección que hice tres años atrás para el Madrid Fashion Week con doce piezas exclusivas. Tenía que estar a la altura de los diseñadores europeos y me jugué “todo por el todo”. Quedaron encantados.
¿Te resulta fácil comprender qué vestido quiere una novia?
Trato de entender qué quieren todas las mujeres que llegan a mi atelier. Las observo, converso con ellas acerca de sus gustos y expectativas, pero además busco “ese detalle” que deberíamos resaltar en cada una. Cuando la clienta se siente cómoda y auténtica, siento que mi trabajo fue completo.
¿Para tu primer desfile fabricaste 130 vestidos?
¡Sí, fue una locura hermosa! En 2006 hicimos 130 vestidos junto a Mannequins para un desfile en el Sheraton. Allí noté que mi marca se expandió y yo me hice conocida.
¿Sentís que sos una marca en sí misma?
Siento que soy una diseñadora con marca porque trato de dejar mi huella en cada pieza. Si bien cada vestido tiene su impronta, dejo ver que son diseños míos desde los bordados, las faldas sirena o alguna transparencia.
¿Te gusta dedicar tu arte a las demás mujeres?
Me encanta diseñar para mujeres. Mis clientas me completan porque dejan expresar lo que sucede en mi imaginación. Por suerte, cada vez puedo aplicar más tendencias en las los vestidos, porque las mujeres tienen más libertad y ganas de jugar.
¿Sentís que llegaste a la cima?
A esta altura de mi vida me siento realizada, como empresaria, como esposa, como madre y como mujer. Estoy siempre para nuevos escalones y seguir vistiendo novias.
“A los 17 años comencé a coser mi propia ropa y a los 19 ya estudiaba diseño; sentía que iba a trascender desde mi trabajo y también cumplir mis deseos de formar una familia”, cuenta la entrevistada.