Es una escritora longseller que, a través de sus libros, charlas y talleres, promueve lo que vivió en carne propia: la palabra como experiencia vital sanadora. La historia de vida, los logros y la consagración de una mujer de palabra.
Por Sol Aguirre
Foto Federico Rodríguez
¿Qué la motiva a escribir? “Es que siento que es inconmensurable lo que hay adentro de mí”, afirma Cristina Loza, con el tono de voz enérgico que la identifica. Esa convicción queda exteriorizada no solo en su escritura, sino también en su hogar, donde habita junto a sus creaciones e intereses: cuadros con las tapas que eligió para sus libros, pinturas que inmortalizan su retina emocional, infinidad de plantas que cubren de verde y aromas la charla.
“También la palabra cura”, explica. Cristina le pone el cuerpo a esa convicción: en medio de su consagración como escritora, gestó su taller literario “El Club de la Cicatriz”, que ya lleva más de una década como “lugar de pertenencia” sanando heridas año a año “a cientos de almas” a través de la palabra como protagonista. Además, participa de charlas donde prioriza como público a las mujeres y a los estudiantes secundarios. “Si me convocan desde un secundario, cambio toda mi agenda, porque pienso que los adolescentes están en una búsqueda de un camino y en ese camino llegaron a mi libro. Es una manera de devolver. Yo me eduqué en la universidad pública. Entonces, yo le debo a la sociedad”, afirma.
De la misma manera, cultiva su cercanía con las lectoras. “Me escriben y me tomo la delicadeza de contestar cada correo. Muchas veces son mujeres con mucho dolor, el libro las atravesó o les generó esperanza. Siempre hay una identificación y eso me moviliza”, confiesa. Convencida de que al aval se lo da el lector, Cristina reflexiona sobre su legitimidad como longseller: “Cuando escribimos, se cruzan los caminos, repercutimos en otros. Un libro no te cambia la vida, pero sí la forma de observarla. Eso me justifica”.
Una longseller que “entretiene las penas”
Cristina ha sabido consagrarse como una longseller: ha vendido más de 100 mil libros, con El revés de las lágrimas, novela con la que estuvo entre las finalistas del premio Planeta y ha llegado a más de 20 ediciones en diferentes formatos; Mariposas griegas se toma como ejemplo en conferencias sobre cáncer; y por El oso de Karantania, el Gobierno esloveno le otorgó la ciudadanía por considerar al libro como “un servicio al país”.
Desde el estímulo inicial que tuvo una Cristina infante por su maestra de tercer grado, que la halagó con un “esta niña escribe bonito”, hasta que la fisioterapeuta se inició con la escritura de libros, pasaron casi cinco décadas. Durante ese tiempo, vivió una antesala enriquecedora para su futuro como escriba: fue una lectora voraz y una trabajadora multifacética empujada por “los acreedores en la nuca”.
El segundo estímulo fue contundente: la azotó el oscuro manto de una depresión después de enviudar de su primer marido y consolidar una segunda pareja, que luego padeció un cáncer mortal. “Pero no le entregábamos todos los días a la enfermedad, yo estaba escribiendo El revés de las lágrimas e investigábamos juntos. Eso nos salvó. A la pena hay que entretenerla”, rememora.
Cuando le consultamos por los planes de escritura a futuro, confiesa: “En este momento estoy oliendo café. Cuando vas a las grandes perfumerías, querés oler todas las fragancias y para limpiarte la nariz, te dan granos de café. Me llené del perfume de las glicinas. Ahora estoy oliendo café”.
Sobre el impacto de su obra, comentó: “Siempre siento que las palabras son una piedra tirada al centro de un lago. Las ondas que se forman nunca se sabe hasta dónde llegan”.