“Hablemos de placer” es el lema para el 2022 propuesto por la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS) en el marco del Día Mundial de la Salud Sexual, conmemorado el pasado 4 de septiembre.
La efeméride se estableció en 2010, impulsada por Rosemary Coates, para convocar a la comunidad global a adherir a la causa. Sin embargo, 12 años más tarde, aún rondan incógnitas, prejuicios y estigmas.
Pero, ¿en qué consiste la salud sexual efectivamente? La Lic. en Psicología y Sexóloga, Noelia Benedetto, explicó que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la definió como “un estado de completo bienestar físico, emocional, mental y social en relación con la sexualidad y las trayectorias sexuales”.
“No es solamente la ausencia de cierta enfermedad o dificultad, sino que también está relacionado con el disfrute, que es un derecho y parte fundamental”, continuó.
A su vez, por su parte, agregó: “Si yo tuviese que aportar algo, creo que es poder vivir la sexualidad de manera placentera y libremente, pensando que mi particularidad es tan válida como lo es lo normal a nivel estadístico”.
Respecto al papel del placer, señaló que, si bien “todos los pensamientos, percepciones y sentimientos en torno a este son particulares y subjetivos, hay significados colectivos que se construyen socialmente”. “Básicamente apunta a un concepto amplio de satisfacción y disfrute psicofísico –detalló-, derivado de nuestras experiencias eróticas ya sean individuales o compartidas”.
Desmitificar para mejorar
Acerca de los múltiples mitos vigentes, repasó algunos. “La salud sexual en el imaginario y representaciones sociales, casi siempre se adjudica a personas jóvenes, hétero-cis, esbeltas, atléticas, con alto rendimiento donde generalmente hay situaciones penetrativas que hacen que se llegue a una vivencia orgásmica, idealmente al mismo tiempo”, comenzó.
Y prosiguió: “Pareciera también que la autoestimulación es algo reservado solamente para varones adolescentes que no están en un vínculo y, si lo pensamos en otras identidades de género, como las mujeres, es algo vedado, como también si consideramos a personas adultas mayores que está más que cancelado”.
Sobre el último punto, amplió: “Hay una idea de que hay que ocuparse de la salud sexual, solo estando en edad reproductiva, pero es importante controlarlo siempre porque la sexualidad nace y muere con nosotros”.
Además, se refirió a la “mala prensa” asociada a los métodos de barrera, ante la idea de que “quitan sensibilidad o aprietan”. Por otro lado, siguió enumerando: “Que quienes tienen preferencias eróticas que se distancian de la normalidad estadística, están enfermas, como la presunción de cierta insania mental de quienes practican BDSM (Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo) o sexo kinky”.
Finalmente, subrayó: “También hay toda una mitología en relación a lo anal y algún tipo de identidad trans u orientación disidente; como también respecto a quienes conviven con VIH porque no se comunica que quien adhiere a un tratamiento que resulta, está en condición de ser intransmisible”.
En esta línea, señaló maneras para encajonar esas nociones y mejorar la salud sexual día a día. Así, destacó la relevancia de los controles periódicos. “Estos se realizan por el miedo de haber tenido un encuentro sin protección en relación a enfermedades de transmisión sexual o cuando hay intenciones o probabilidades reproductivas”, lamentó.
Otra forma, según expuso, es “acceder a conocimiento basado en evidencia, que despatologice y desculpabilice”. Para concluir, invitó a “hacer una experiencia de exploración de nuestros deseos y comunicar explícitamente lo que nos resulta placentero o indiferente”.