Desde este 8 de mayo, el mundo tiene un nuevo Papa: Robert Francis Prevost, quien adoptó el nombre de León XIV. Nacido en Estados Unidos pero profundamente ligado a América Latina, su historia refleja un recorrido atípico para alguien que hoy se sienta en la silla de San Pedro. Con una trayectoria marcada por su paso por Perú y su cercanía con el Papa Francisco, su elección representa una continuidad en la visión de una Iglesia cercana, humilde y comprometida con los más vulnerables.
Un camino con raíces latinoamericanas
Prevost nació en Chicago, pero vivió más de una década en Perú como misionero agustino. Allí no solo aprendió el idioma, sino que también se empapó del contexto social, político y espiritual del continente. En 2014, el entonces Papa Francisco lo nombró obispo de Chiclayo, y poco después, en una de sus decisiones más significativas, lo convocó a Roma para encabezar el Dicasterio para los Obispos, un organismo clave que define quiénes son los futuros líderes eclesiásticos del mundo.
Ese gesto fue más que un nombramiento: fue una muestra de confianza. Prevost se convirtió en una figura clave dentro del círculo cercano de Francisco, con quien compartía una misma mirada pastoral y una sensibilidad marcada por su experiencia en el sur global.
Continuidad y desafíos
Con su elección como León XIV, muchos dentro y fuera del Vaticano interpretan un mensaje claro: el rumbo iniciado por Francisco no se interrumpe. Se espera que Prevost mantenga el impulso reformista iniciado por su predecesor, con una Iglesia más abierta, más horizontal y enfocada en los problemas del presente, como la crisis climática, las migraciones, la pobreza estructural y la necesidad de reconciliación en un mundo cada vez más fragmentado.
Su perfil, aunque menos mediático que el de Jorge Bergoglio, combina solidez teológica con un fuerte compromiso pastoral. Quienes lo conocen destacan su tono sereno, su capacidad de escucha y su firmeza silenciosa. No se espera de él un giro abrupto, sino más bien una continuidad serena, fiel al espíritu de servicio que marcó el pontificado de Francisco.
Un nuevo tiempo, la misma esperanza
La elección de León XIV marca el cierre de una etapa histórica para América Latina, que por primera vez tuvo un Papa nacido en la región. Pero también abre una puerta: la de una Iglesia que, más allá de pasaportes, sigue eligiendo líderes con una profunda sensibilidad social, forjada al calor de los pueblos del sur.
Desde Argentina, donde Francisco despertó admiración y también controversia, la mirada ahora se posa sobre Prevost con respeto y expectativa. Su historia, su acento y su formación lo hacen cercano, aunque su misión apenas comienza.
Una nueva etapa empieza en Roma. Y mientras el mundo vuelve a mirar hacia el Vaticano, la Iglesia parece reafirmar un mensaje simple pero contundente: los caminos de la fe también se escriben con la geografía del corazón.