*Por Natalia Cico, autora de Gestión del tiempo: claves para una vida productiva y feliz. Creadora de la comunidad @organiz.hadas
En nuestra vida profesional y personal, queremos ser eficientes, pero a la vez nos cuesta soltar. Nos decimos a nosotras mismas que hacerlo nos tomará menos tiempo que explicarlo, o que el resultado no será el mismo si no lo supervisamos de cerca. Y así, terminamos exhaustas, sin espacio para crecer ni para enfocarnos en lo que solo nosotras podemos hacer. Una de las razones por las cuales sentimos que el tiempo no nos alcanza y no logramos organizarnos de manera eficiente es, justamente, porque no aprendimos a delegar.
Nos llenamos de tareas que podríamos compartir o derivar, pero al no hacerlo, nuestra carga aumenta y nuestro margen de maniobra se reduce. Aprender a delegar no sólo nos libera, sino que también nos permite enfocarnos en lo estratégico y lo realmente importante.
¿Por qué nos cuesta tanto delegar? Hay varias razones que pueden estar detrás de esta dificultad:
- El perfeccionismo: Creemos que nadie lo hará tan bien como nosotras. “Nadie cocina mejor que yo”, “nadie redacta mejor que yo”, “nadie atiende mejor a los clientes”. Y puede que sea cierto… pero, ¿vale la pena cargar con todo?
- La carga de roles: Sumamos responsabilidades familiares, domésticas y profesionales, sintiendo que debemos poder con todo. Crecimos viendo a mujeres que hacían malabares y aprendimos que así debía ser. Pero eso no significa que no podamos cambiarlo.
- El miedo a perder control: Nos cuesta soltar porque tememos que el resultado no sea el esperado. Sin embargo, cuando aprendemos a delegar bien, logramos mejores resultados con menos desgaste.
- El síndrome de la impostora: Nos cuesta asumir el rol de liderazgo y dar indicaciones. Sentimos que estamos imponiendo, cuando en realidad, estamos organizando.
- Falta de modelos a seguir: Muchas crecimos sin ver mujeres que deleguen eficazmente. Pero eso no significa que no podamos ser pioneras en hacerlo.
- Dificultades en la comunicación: A veces delegamos, pero sin claridad. Y eso termina en frustración porque no obtenemos los resultados esperados.

¿Cómo delegar de manera efectiva?
- Soltá el control: Nadie lo hará igual que vos, pero eso no significa que lo harán mal.
- Asigná tareas claras: No esperes que adivinen lo que querés. Explicá con detalle.
- Elegí bien a quién delegar: No todas las tareas pueden delegarse a cualquier persona. Necesitarás este paso previo para que la acción sea efectiva.
- Establecé expectativas: Aclará qué esperás y en qué plazos.
- Evitá la microgestión: Delegar no es supervisar cada paso. Confiá en el proceso.
- Definí cómo comunicarte: Indicá cuándo y cómo querés recibir actualizaciones.
- Dale tiempo al proceso: La primera vez puede no salir perfecto, pero con práctica mejora.
Delegar es un acto de confianza, no de debilidad. Cuanto mejor lo hagas, más tiempo y energía ganarás para lo que realmente importa. Es una inversión que se valora a largo plazo. Soltar no es perder… es ganar libertad.