Es tiempo para transmitir valores fuertes asociados al agradecimiento por “todo aquello que si… ” lo que sí podemos, lo que sí tenemos, lo que sí somos, dónde sí estamos. La cuarentena, de una u otra manera, ha acelerado en muchas familias procesos de transformación muy positivos en las maneras de ser familia. Papás que viviendo juntos han logrado una división más equitativa de las actividades, papás que estando separados han asumido un rol mucho más comprometido, activo y consciente del cuidado de los hijos.
Sin duda, en los últimos años la paternidad es más compleja. Ser papá es diferente a como lo era hace tiempo, el rol se ha transformado profundamente: ya no se trata de ese hombre recio, incuestionable y lejano, generador de reglas y normas innegociables, ocupado por la gestión y provisión de recursos materiales, sino que se identifica con un hombre mucho más cerca- no a la crianza de los hijos, que disfruta y comparte tiempo y actividades no sólo recreativas. Papás que se ocupan de las tareas de la escuela, preparan el almuerzo y hacen trenzas, ya no son los menos. Esto, sin duda, genera mayor empatía y compromiso afectivo con los niños.
Últimamente, es común recibir en el consultorio a papás de niños y adolescentes sumamente angustiados por la percepción de carecer de herramientas para educar y acompañar de forma adecuada a sus hijos, una situación impensada hace años atrás. Esto da cuenta de que muchos hombres viven la paternidad con un profundo sentido de respeto y responsabilidad, siendo conscientes de sus propias limitaciones y buscando recursos para construir la mejor versión de padres para sus hijos.
En la actualidad existe un nivel de conciencia mucho más amplio respecto a la importancia de la calidad de tiempo que padres e hijos comparten, se valora la construcción de vínculos basados en el diálogo y la confianza, no en el miedo. Y allí reside el desafío más importante de esta época respecto a la paternidad: lograr un equilibrio saludable en la institución de una relación de padres e hijos que sea afectuosa, flexible y permita el diálogo, pero sin descuidar la importancia fundamental del rol parental en la infancia y adolescencia, de formador y proveedor de límites, límites que siempre son un acto de amor.
Padres no nacen, se hacen, en la vivencia transformadora de cada hijo. Gracias a ellos, los de la camiseta puesta y transpirada, por entender que los buenos padres son los que no tienen en absoluto la certeza de serlo. Gracias por generar, cada día, la mejor versión de ustedes mismos y en cuarentena, mucho más.
María Eugenia Bruno – Lic en Psicología MP8242