Alejado por completo de la publicidad y enfocado en ‘Mil Grullas y una taza de té’, Duilio
Di Bella se encuentra en una etapa de su vida mucho más tranquila y con una actitud que
él mismo describe como zen. En esta nota, un repaso por su carrera publicitaria y un
presente que incluye el disfrute de lo cotidiano y el placer de las pequeñas cosas.
Hace cuatro años pateó el tablero y abandonó el trabajo publicitario al que se dedicó
desde los 20. Separado desde hace dos años de Isabel -su actual socia en ‘Mil Grullas y
una taza de té’ y con quien comparte a Renata (23), una hija militante feminista y vegana,
entre otras cosas- Duilio reparte su tiempo entre la tienda de té, el yoga y los viajes.
Empezaste en la década de 1980 como redactor publicitario…
-Fines de los 80. Estudiaba en Ciencias de la Información y arranqué en Gama, como
redactor. A los seis meses se liberó el cargo de director creativo en Romero Victorica, que
hasta ese momento ocupaba Salvador María del Carril, y me lo ofrecieron. Concursé y
quedé.
A la par, seguías estudiando…
-Abandoné con materias de cuarto y quinto año. Siempre planteándome que iba a
terminar, pero nunca lo hice. De todos modos Ciencias de la Información fue una carrera
superútil para la publicidad. Y creo que lo sigue siendo porque es amplia y diversa. En
aquella época no había escuelas de publicidad, los diseñadores venían de las carreras de
arte y los redactores de la “Escuelita”. Yo entonces tenía 25 años, pero me parece que
podemos poner los hitos por las crisis de Argentina: en el ‘89 me agarró el final del
gobierno de Alfonsín, con cortes de luz, hiperinflación y demás. En ese marco yo era
director creativo…
Con todo lo que eso implicaba…
-Claro. Tenía gente a cargo, situaciones de conflicto. Fueron años raros. Hacíamos mesas
comunitarias en las que comíamos todos juntos y uno cocinaba. Fueron épocas
complejas.
¿Y cómo siguió la cosa?
-En el ‘91 me fui tres meses a Europa, que era mi sueño en ese entonces. Pero antes
estuve en Gurdulich…
¿Te habías ido de Romero Victorica?
-Fui y volví. Porque me había ido a Gurdulich y me volvieron a llamar de Romero y les
dije: “Vuelvo si, como requisito, me pagan un pasaje a Europa”.
Y te lo pagaron.
-Sí. Entonces volví. Y me quedé hasta el 2000. Los ‘90 fueron mis años más fuertes de
publicista, fueron los años más gloriosos de la publicidad también. En el ‘92 me casé, en
el ‘95 nació Renata. Por ese entonces la convocaron a ella para hacer Silenzio…
La marca…
-Sí, la marca de ropa Silenzio. Fueron años de familia arquetípica: los dos ejecutivos, ella
viajando dos veces por año a Europa, nosotros acompañándola a veces. Cuando podíamos viajábamos juntos. La publicidad realmente me dio muchas cosas, pero también te quita mucho…
¿Te referís al tiempo?
-No. Al desgaste. Te quita mucho eso.
¿Y cómo siguió tu rumbo laboral?
-En el 2000, “Pipo” Romero Victorica había muerto, se hacen cargo los hijos, yo tenía
diferencias con José (Romero Victorica) y ya estaba como socio Enrique Ruesch.
Entonces me voy y creo Redex… unos 20 años después de lo indicado (se ríe).
Ah, un poco a destiempo…
-¡Sí!, bastante a destiempo porque Redex era una agencia de publicidad virtual. Tuvo
mucho éxito de marketing, pero…
El mercado no estaba preparado.
-Y, no. Todavía usábamos Dial-up. Imaginate que la idea era una red a la que el cliente
entraba, veía los trabajos y solicitaba al creativo que quería. Terminó siendo una agencia
boutique pero el concepto inicial era éste que te cuento. En ese momento también
asesoraba en marketing a Prominente, hasta que llegó una nueva crisis: diciembre de
2001…
Argentinazo, corralito, pesificación…
-Todo. Así que nos fuimos a Salvador (El Salvador o Salvador de Bahía?), en el medio de
la hecatombe. No teníamos trabajo, seguro, obra social, nada. Y allá fue tomar la
decisión: volver para quedarse o volver y armar todo para irnos. Yo había rescatado antes
del corralito el 50% de mis ahorros…
Pudiste sacarlos…
-Saqué la mitad. Los había enterrado en el patio de mi casa, en una lata. El plan era irme
a Barcelona, buscar trabajo y después llevar a mi mujer y mi hija. En ese momento
Ruesch se separa de Romero Victorica y me propone armar una agencia de publicidad. Y
pese a todos los pronósticos armamos Razón Social. Era marzo de 2002, estábamos en
el octavo piso de Cañada y Colón, a la altura donde estallaban las bombas de estruendo
de todas las manifestaciones. Luego vinieron un par de años buenos, ganamos muchos
premios, pero ya más que como director creativo, gerenciaba áreas. Y en 2005 empecé a
pensar en algo mío.
¿Y entonces?
-Compramos esta casa en Güemes (Belgrano 893) y creé D Dibella en 2006. La agencia
funcionaba al fondo y adelante estaba el local de ropa Corazón Salvaje, de Isabel. Fueron
también buenos años. En 2008 me convocan de nuevo de Romero y nos fusionamos: yo
resigné el nombre pero no fue fácil porque eran dos agencias que se miraban, con dos
cargos que ya existían. Estábamos fusionando dos culturas muy distintas, Romero se
había convertido en un lugar muy diferente al que era cuando yo dirigía la agencia…
¿En qué sentido?
-Más competitivo, más al estilo clásico. A ver… en el ambiente publicitario hay muchos
egos en juego, siempre. No sólo dentro de las agencias sino con los clientes.
Bueno, me concentré en buscar una propiedad para mudar la agencia, que siempre
estuvo al frente de la plaza San Martín. Compramos un galpón frente al Parque de las
Naciones, hice todo el proyecto de remodelación y nos mudamos.
¿Cuándo entra en escena Mil Grullas y una taza de té?
-Yo ya estaba con Mil Grullas, como hobby. Pero un día hubo una reunión con un cliente,
y después de haber trabajado con el equipo toda la noche preparando la campaña, nos
sentamos con el cliente y nos dicen: “Está todo bien, no se preocupen, al final no vamos a
cambiar nada”. Y yo me dije: “no quiero estar nunca más en una situación como ésta”.
Salimos de la reunión y decidí irme.
¿En qué año fue eso?
-A principios de 2014.
Y te fuiste definitivamente de la publicidad…
-Mi plan era tomarme un tiempo. Yo perdí el 75% de mis ingresos dejando la publicidad,
no era un detalle menor. Pero no la extraño para nada. Al mismo tiempo me empezó a ir
muy bien con esto, me agarró la crisis de las importaciones, me convertí en importador
directo y hoy importamos dos embarques de 800 kilos por año.
¿Por qué té?
-Había visto los Tea Shops en varios lugares del mundo, me pareció que podía funcionar
y acá no había. Empezó siendo un corner dentro del local de ropa de Isabel y después
pensé que tenía que tener una marca para que tuviera presencia: así nació Mil grullas y
una taza de té. Isabel cerró su local de ropa y yo copé el local con el té.
¿Cómo ves hoy el mercado publicitario?
-La publicidad tal cual la conocíamos no existe más, definitivamente. Es casi una
contradicción pero yo no hago publicidad de Mil Grullas. Tenemos 35.000 fans, ¿qué
hago? Una promoción en Facebook con 10 dólares y se enteran antes los clientes que los
empleados. Además, tenemos un producto que funciona mucho con el boca a boca. Hace
cuatro años abrimos también acá al frente una Casa de Té de Mil Grullas, que maneja Isa
y su socia. Y tiene mucho impacto porque la gente opina mucho sobre los lugares donde
come, más que donde compra.
Estás abriendo una franquicia en Buenos Aires…
-Está abierta hace un mes en Palermo Soho (Armenia 1500) y está funcionando bien.
¿El plan es expandirse?
-Hay que tener cuidado con eso. No todas las ciudades tienen tráfico suficiente para tener
una tienda y no son momentos para seguir avanzando.
El dato: Mil Grullas Casa de Té se muda al lado de la tienda, unificando todo en la misma
casona (Belgrano 893). Ocupará el local donde hasta hace poco funcionó el bar Dos
Onzas, duplicará su capacidad y aprovechará para renovar su estética.
Actitud 100% zen
A los 50 años Duilio, tuvo una (otra) crisis: “Estaba sin trabajo fijo, empecé yoga, el
gimnasio, taichí; me metí en psicología, cursé medio año y la dejé. No tengo la cabeza
para dedicarme a full; así como no podía volver a la publicidad, no podía volver a la
academia”.
Pero si hay algo que no ha abandonado es la pasión por viajar: “Estoy viajando mucho, lo
más que puedo. Mi último viaje fue Palestina y antes estuve en Japón. ¿El próximo? A
Nueva York con mi madre que tiene 79 años y se lo tengo prometido”.
En cuanto a su faceta de escritor (publicó Refugios contra el viento, Ediciones del
Boulevard) sostiene que ha perdido bastante la capacidad de concentración y le cuesta
trabajar con estructuras: “He escrito cosas cortas, pero nada publicado. La ventaja del
escritor es que la escritura es algo que se puede seguir haciendo y mejora con los años”,
dice.
Y aunque suene a un desatino del destino, ya no mira más publicidad: “No tengo televisor,
veo series y películas de Netflix en una pantalla grande que tengo”.
Al toque:
– Nombre completo: Duilio Daniel Patricio Di Bella
– Edad: 55
– Signo: Leo
– Mi fortaleza: La adaptación al cambio
– Mi debilidad: La necesidad de cambiar
– Un libro: Kafka en la orilla
– Un disco: Mi última playlist de Spotify
– Una película: Belleza americana
– Un vino: Tinto, joven, Pinot Noir o Cabernet Franc, ni tan caro ni en tetra… todos.
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