El malestar asociado a la menstruación se encuentra sumamente normalizado. De esta manera, se torna frecuente que las mujeres padezcan sangrados abundantes, cambios de humor y dolores crecientes, entre diversos síntomas que se manifiestan durante este periodo. Sin embargo, según aclaró la Médica cirujana Esp. en cirugía ginecológica de Hospital Privado Universitario de Córdoba, Mónica Bonin, esto se vincula con la decadente salud hormonal que prima hoy.
Así, aclaró que “una series de manifestaciones físicas menores son habituales pero cuando es excesivo tiene que ver con un desequilibrio hormonal”. En este sentido, explicó: “Las hormonas más importantes de la mujer son estrógeno y progesterona y requerimos tenerlas en orden para poder tener un ciclo ordenado, en todas sus fases”.
No obstante, actualmente el 80% de la población femenina argentina presenta un desajuste, ya que “la mayoría está en dominancia estrogénica, o sea, un estado donde el estrógeno prevalece sobre la progesterona, generando innumerables problemas” -detalló la profesional-.
Respecto a las causas, señaló: “Puede ser por mala producción de esta última, como también por el aumento en el consumo de ciertos alimentos que alteran el metabolismo o por la exposición a disruptores endócrinos medioambientales, cosméticos, etc.”
En tanto, los efectos surgen de forma temprana. “La impronta genética incide en nuestras niñas desde el vientre materno también, lo que modifica su metabolización del estrógeno y desde los primeros ciclos tienen signos”, aseveró Bonin.
Luego, con el correr de los años, al llegar a la perimenopausia, inician las hemorragias o enfermedades como la endometriosis, adenomiosis, entre otras. A su vez, pueden aparecer miomas, pólipos en el útero o patologías que exceden lo ginecológico como alteraciones de tiroides, dermatitis atópicas, alergias y algunas afecciones autoinmunes.
Finalmente, sugirió el cambio de hábitos como herramienta clave de prevención. “Esto implica una mejora en la densidad nutricional de lo que consumimos -profundizó- dejando de ver la alimentación como un acto satisfactorio para la necesidad del hambre solamente, para entenderlo como una acción biológica fundamental para el cuerpo”.
También remarcó la importancia de la actividad física regular -priorizando aquellas que generen masa muscular-, la exposición oportuna a la luz solar, un descanso de entre 7 y 8 horas y, por último, “una adecuada relación con pares que no invadan toxicamente la energía vital” -expuso-.
“Y algo fundamental también es reducir el uso masivo de disruptores endócrinos que metemos en nuestra vida cotidiana, como productos de maquillaje, para el pelo, para el cuerpo, tratamientos de estética y comida procesada que viene empaquetada o alcohol”, cerró.