*Especial, por Valeria Carranza Bertarelli de Astro Valerina
Recuerdo hace varios años atrás cuando era una estudiante de Astrología inicial, miraba la cantidad de líneas de todos colores que hay en una carta natal.
En aquel entonces yo miraba el mándala del Zodiaco y me perdía entre la cantidad de símbolos y rayas de todos colores. Pero había una línea que llamaba particularmente mi atención: la del ascendente.
Si buscamos en cualquier libro de Astrología encontramos esta definición de Stephen Arroyo: Se trata de muchas cosas a la vez: un símbolo de cómo actúa la persona en el mundo, la “máscara ” o “imagen de la personalidad”. El ascendente siempre indica algo esencial sobre el individuo, algo que es profundamente interno y también externo. A cualquier persona le resulta virtualmente imposible actuar o expresarse en el mundo sin que entre en juego el ascendente.
¿Por qué llaman máscara al ascendente? Pensemos… Cuando usamos una máscara las personas nos ven a través de ese objeto. Y hasta podemos olvidarnos de qué personajes nos disfrazamos. Simplemente la llevamos puesta sin ser muy consciente, porque esa es la caricatura que elegimos.
Sin embargo, nos divertimos, nos vinculamos de manera más liviana con los demás, nos animamos a cosas que de otra forma no lo haríamos. Así, el ascendente en nuestra carta natal nos marca un camino de evolución, un camino de destino. A veces, en la vida cotidiana nos llegamos a ser conscientes de cuáles son las personas, situaciones y lugares que nos hacen verdaderamente bien.
Vamos por la vida confundidos, nos rompen el corazón una y otra vez, vamos de aquí a allá, a trabajos que odiamos y nos chupan la energía. De repente, un día te encontrás en una situación que no recordás cómo llegaste pero estás ahí. Y algo mágico sucede.
Recuerdo una vez en México, en una playa viendo a un desconocido meterse en las olas del mar como pez en el agua. Yo lo miraba con toda la admiración del mundo, como una niña detrás de una vidriera viendo algo que desea mucho.
El desconocido salió del agua, se sentó cerca mío y me preguntó:
`-¿Le tienes miedo al mar, no?
-Sí, desde que una ola me dio vuelta como una media cuando era chiquita.
-Si te animás te acompaño.
No sé cómo tomé coraje, pero lo hice. En cada paso que daba hacia adentro del océano mi cuerpo temblaba como una hoja. Dudaba sin avanzar, pero una fuerza interior me empujaba a seguir. Y llegué. Bien adentro del agua. Me enfrenté a las olas. Y, sobre todo, a mis miedos. Cada vez que encontramos el poder dentro nuestro, aparece nuestro ascendente. Aparece, la posibilidad de conquistar nuestro destino.
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