Cada 14 de marzo, se busca generar conciencia sobre el impacto de la endometriosis. Se trata de una enfermedad surgida por la dominancia del estrógeno y que es crónica. La misma “se caracteriza por el crecimiento de tejido similar al endometrial, por fuera del útero y que genera complicaciones ya que sangra todos los meses, produce inflamación, inconvenientes pelvianos con bloqueo por adherencias de los órganos genitales, formación de nódulos que afectan órganos vecinos y formación de quistes en los ovarios” -detalló la Dra. Mónica Bonín-.
Asimismo, la profesional relató los principales síntomas con los que se manifiesta la patología, como por ejemplo un dolor invalidante en el ciclo menstrual, que requiere sí o sí analgésicos potentes para ser cohibido.
A su vez, se puede acompañar de constipación cercana al período o durante, como también “la sensación de querer evacuar y no poder, sangre con la materia fecal o materia fecal absolutamente líquida que habla de algún grado de oclusión intestinal”.
Por otra parte, puede presentarse molestia también durante el acto sexual, sangrados menstruales abundantes, malestares en las piernas o complicaciones para vaciar la vejiga, entre otros signos.
”Muchas pacientes normalizan esto hasta que, por ejemplo, consultan porque no logran embarazarse y se dan con que tienen endometriosis”, advirtió. Y remarcó finalmente: “Es fundamental tener en cuenta que el dolor no está bien bajo ningún punto de vista, en ningún momento del ciclo”.

Cambiar para mejorar
Una vez confirmado el diagnóstico, hay dos aristas a considerar. Por un lado, dependiendo del grado de complicación puede optarse por diversas opciones médicas o una cirugía, de ser necesario.
Sin embargo, esta última “debería ser indicada en menos del 15% de los casos” -señaló Bonín. “Lamentablemente se sobreindica el tratamiento quirúrgico debido a no tener un buen manejo de estas pacientes que requieren ser abordadas con un cambio en el estilo de vida, ya que esta condición tiene una importante relación con fenómenos hormonales y metabólicos”, profundizó.
En esta línea, enumeró diversas modificaciones de hábitos a tener en cuenta. En primer lugar, la nutrición. Al respecto, detalló: “Es fundamental ordenar ciertos aspectos de la alimentación. Principalmente incrementar la ingesta de proteínas y grasas en la dieta como también reducir las harinas blancas en todas sus formas y variedades, azúcares, multiprocesados, gaseosas, jugos de fruta, alcohol, almidones, féculas y todo lo que altere el metabolismo de la glucosa y que por ende nos va a llevar a tener alteraciones en la insulina y en el perfil del estrógeno”.
Posteriormente, mencionó la actividad física y la importancia de desarrollar masa muscular, ya que esta exige al cuerpo consumir glucosa y glucógeno, lo cual facilita normalizar -nuevamente- los niveles de insulina y estrógeno.

“El tercer punto es la exposición a la luz del sol, por un mínimo de 30 minutos diarios”, añadió la Dra. Por último, mencionó que “la mayoría de las pacientes requiere suplementación, tras realizar un laboratorio para valorar sus funciones metabólicas”.
“Todo esto formaría parte del abordaje clínico metabólico de la paciente, complementándolo, en los casos que lo requieran con tratamiento hormonal, que nos referimos al suministro de ciertas hormonas que inhiben la producción de estrógeno, haciendo que la endometriosis se desinflame y genere menos dolor”, concluyó la profesional.
Endometriosis en aumento
Actualmente, la incidencia de la endometriosis crece, “sobre todo por nuestra forma de vivir” -en palabras de Mónica-. “Antes el porcentaje de afectadas por endometriosis en la estadística mundial era de 1 en 10 mujeres, similar al cáncer de mama porque ambas condiciones tienen que ver con lo mismo”, expuso también.
Y añadió: “Hoy 1 entre cada 5 y 8 mujeres puede tener endometriosis y tiene que ver con factores genéticos que se van sumando. Influenciamos negativamente los genes de nuestros hijos, con sustancias tóxicas que inhalamos o que colocamos en el cuerpo mediante la cosmética”.
Así, cada vez más niñas tienen predisposición al desarrollo de la afección. No obstante, es posible prevenirla “o al menos evitar que sea de importante severidad” -sostuvo la especialista-. “Debemos empezar en la infancia a corregir con los cambios mencionados, porque esto se origina a edades tempranas”, cerró.