Una pregunta que me hacen muy seguido es qué significa, hoy, ser un líder. Y cada vez que tengo que responder me viene a la mente la imagen de mi mamá, que se las arregló para criar 5 hijos desde la colaboración y no desde la competencia: si uno de nosotros le iba a “botonear” algo que había hecho el otro, ella nos decía: “No me vengan con cuentos de lo que hacen sus hermanos, resuelvan las cosas entre ustedes”.
Lo traigo como ejemplo porque un líder es una persona que tiene la capacidad de influir y de motivar a los demás desde la empatía, la cooperación y la escucha atenta, y no desde un verticalismo o desde el miedo, como se hizo durante mucho tiempo. Un líder es una persona que está presente para su entorno y sabe ponerse en los zapatos del otro para entender en profundidad las cosas que ocurren y cómo solucionarlas si es necesario. Un líder tiene un propósito en la vida.
Estas características hacen a un liderazgo consciente que implica ampliar, justamente, el nivel de conciencia. Y esto, que suena un tanto místico y quizás alejado del mundo del management, es “simplemente” (y lo pongo entre comillas porque es simple y complejo a la vez) desarrollar el entendimiento acerca de la génesis de las cosas y las situaciones que ocurren.
Aquí es donde se funden el afuera con el adentro. Hasta ahora hemos hablado de un liderazgo en relación a los otros (por ejemplo, el líder de un grupo) pero lo cierto es que para comprender la esencia de este liderazgo consciente tenemos que ir más allá y acá ocurre una paradoja y es que ese más allá es nuestro interior.
¿En qué sentido? En que un verdadero líder empieza “por casa”, siendo protagonista de su propia vida. Se trata de una persona que piensa y acciona de forma coherente, y que es capaz de reconocer y gestionar sus emociones.
Esto le permite algo clave para el liderazgo: ser capaz de accionar (es decir, actuar con conciencia) y no simplemente reaccionar (piloto automático) ante las situaciones que se presentan. Y todos más de una vez hemos presenciado cómo una contestación desatinada o un gesto inoportuno generan muchos problemas y pérdida de oportunidades.
Por eso desde el modelo API (Atención Plena Inteligente) trabajamos el liderazgo a través de un entrenamiento con prácticas en la vida cotidiana y meditaciones diarias para conectar con el propio interior y desarrollar todas las inteligencias del ser humano: lógica, emocional, corporal, relacional y espiritual.
Entonces, para resumir las ideas, debemos recordar que el liderazgo se ejerce primero en uno mismo, haciéndonos cargo de nuestro poder vital y delineando nuestra propia vida para después acompañar a los demás. Liderarse uno mismo es, también, alejarse de mandatos y de rótulos que nos encasillan y no nos dejan desarrollarnos.
Quizás te estés preguntando: “Bueno, muy bien, pero ¿cómo doy el primer paso para autoliderarme?”. La respuesta es: saliendo del automatismo a través de la auto-observación (para eso las meditaciones) y gestionando mis pensamientos y mis emociones porque ellos determinan las conductas que a la vez determinan mi vida.
Por ejemplo: a veces tenemos el hábito de la queja y la practicamos como un descarga, pero en la vida cotidiana “la queja me aleja”, como decía un amigo mío porque lo cierto es que nadie quiere estar al lado de una persona que protesta todo el tiempo y, además, la queja nunca pero nunca soluciona el problema.
Por el contrario innumerables estudios científicos demuestran que desde un buen estado de ánimo las cosas son mucho más fáciles y que creatividad/productividad aumentan un 30% desde la alegría. Y lo mejor de todo es que podemos empezar hoy mismo a ejercer nuestro liderazgo.