Desde hace 50 años, Liliana González es psicopedagoga. Su especialidad es la clínica de niños y adolescentes y la orientación familiar. Columnista en Teleocho Noticias y con nueve libros publicados, por esas cuestiones de las redes y el destino se convirtió además en la psicopedagoga más famosa del país: sus videos se viralizan en cuestión de minutos, gracias a su talento y a la simpleza con la que expone sus conocimientos. Una vez una psicoanalista le dijo: “Liliana, estás produciendo una función de lenguaje en épocas donde lo que importa es la imagen”. Y es así, sus palabras se escuchan, se internalizan y nos motivan a actuar.
Por Cheche Caudana
-¿Por qué ser psicopedagoga? ¿Cómo llega a vos esta profesión?
-Mi interés nació a los 18 años. En esa época nos recibíamos del secundario como maestros normales y, al terminar, como era muy buena alumna, las monjas me dieron un grado (6to, con 42 nenas que se llevaban muy mal y no querían aprender) y yo, con 18 y con tan poca diferencia de edad, prácticamente no sabía lo que era ser docente. Fue complicado, hice de todo, hasta que un día se me ocurrió hacer una urna donde podían escribir lo que quisieran y hasta de manera anónima, para así poder saber qué les pasaba, qué querían de la vida y encontré de todo. Esa urna me sirvió un montón y me quedé pensando cuando terminé esa experiencia, si había alguna carrera que sirviera para ayudar a los chicos a aprender con ganas, a sacar de la escuela algo positivo y encontré que esa carrera era la psicopedagogía. Es una carrera maravillosa, que cada vez tiene más ascendencia en la sociedad, cada vez nos piden más y a mi me da mucha felicidad.
-Es fundamental que la profesión nos dé felicidad…
-A mí me ha dado muchísimo, porque es pensar todo el tiempo qué hacer con los chicos, qué hacer con la infancia. Me sirvió para mis hijos, para mis nietos, para mis pacientitos, me dio mucha alegría. Pero la alegría viene de la verdad. Cuando uno de verdad es lo que quiere ser, la alegría te acompaña. Es terrible trabajar en algo que no te gusta. Es terrible ser arquitecta si lo que querías era ser bailarina. Es terrible disociar el ser con el hacer. No me pasó, hago lo que soy, soy lo que hago, y eso me da muchísima alegría intacta, a pesar de mi edad.
-¿Y cuáles son tus desafíos a la hora de encarar el día a día?
-Mis desafíos, hoy por hoy, tienen que ver con mantener la salud para seguir cumpliendo con todo lo que me piden, tratar de hacer una vida sana. Estoy bailando, yendo a gimnasia en el agua, estoy haciendo cosas que me ayudan a estar de pie y bien, porque cada vez me demandan más y siento que tengo una función social que yo no esperaba. De la cátedra al consultorio, lo social desaparece. Al consultorio van los chicos que te pueden pagar. Pero desde la tele, la radio, lugares donde estoy hace 20 años, llegás al country y al rancho, llegás al que tiene un master y también al policía, a la empleada doméstica, a esa gente que me para en la calle y me dice “desde que la escuché no le pego más”; y la gente de otro nivel social me dice: “Les he vuelto a leer libros, cuentos, estamos apagando la tele a la noche”. Bueno, parece que el mensaje llega, está bueno, y esa es la parte social que yo no sabía que iba a tener y afortunadamente tengo.
-¿Cómo ves a la escuela hoy, qué debiéramos hacer para que los niños vuelvan a
interesarse en ella?
-Los padres tienen un rol importantísimo en entregar niños educados a la escuela, para que la escuela les pueda enseñar, y a la vez tienen que volver a poner la escuela en su justo lugar. A la escuela hay que elegirla de acuerdo al proyecto pedagógico, que haga juego con las aptitudes, los intereses y el talento de nuestros hijos y después hay que sostenerla, a pesar de sus errores, porque no existe una escuela perfecta. Hoy me aflige el whatsapp de padres criticando a la escuela, a la directora, a la maestra. Me parece que eso no debiera pasar y me aflige, por ejemplo, esa falta de sentido para muchos papás que dejan que sus hijos vayan borrachos y sin dormir a la escuela “porque quinto despide a sexto”, o que se los lleven de vacaciones en plena época escolar y después pongan el grito en el cielo cuando los docentes hacen tres días de paro, porque: “¡Cómo van a llegar a los 180 días de clases!”. Hay muchas contradicciones en los adultos respecto al sentido de la escuela. Que Beatriz Sarlo le diga escuela parking hoy, porque los padres quieren “estacionar” a sus hijos en la escuela la mayor cantidad de horas posibles, es en realidad muy doloroso. La escuela nació para que los chicos se alimenten de cultura, para que sueñen con otros mundos posibles, para mejorar el futuro a los que nacieron con las peores cartas en la vida. Ojalá que no se destruya, ojalá que no se convierta en una escuela robótica, ojalá que entre todos la pongamos de pie. La escuela está en deuda, la escuela está evolucionando más lento de lo que evolucionan los chicos, hay escuelas que están sosteniendo todavía esta idea antigua de la escuela enciclopédica, memorística, cuando los chicos tienen todos los datos en la mano, tienen Google, Wikipedia. Hoy la escuela tiene que hacer dos cosas: enseñarles a investigar con todos esos datos para que no sea “copiar y pegar” y estimular toda la parte expresiva, creativa, el teatro, la plástica, la música, el baile, todo lo que haga salir esa humanidad que la tecnología pone en paréntesis. Antes, esas eran materias especiales, en las que supuestamente se perdía el tiempo; hoy debieran ser las materias “especialísimas”. Hoy la escuela tiene que poner a la palabra en primer lugar, que no moleste la palabra, que no quiera alumnos silenciosos… Sino, los chicos, ¿con quien van a hablar? Si en la casa están solos, o con la tele o con el teléfono.
-No podemos negar el avance de la tecnología, ¿de qué modo podemos integrarla a nuestra vida y utilizarla a nuestro favor y no en detrimento?
-Hace 10 años que la OMS (Organización Mundial de la Salud) dice que el uso de la tecnología no pude superar mas de dos horas por día, nunca debe usarse antes de los 2 años y nunca dos horas antes de dormir. Cumpliendo esas pautas quedan un montón de horas por día para hacer otras cosas.
Yo creo que la tecnología llegó para quedarse y cada vez habrá más, pero sabiendo que van a tener exceso de tecnología, es importante cuidarlos desde que son chiquitos.
Tratemos que estén esas dos horitas nomás y que el resto sea imaginación, fantasía,
títeres, masa, plástica, dibujos, barriletes, río, vida simbólica, de la ingenuidad, de la
fantasía, de la creatividad. Yo creo que se trata de equilibrar, no de prohibir. Cuando yo
apago una pantalla tengo que poder ofrecer otra cosa y ahí tiene que haber un papá o
una mamá gozoso, con ganas de agarrar una pelota, un juego de naipes, de hacer una
obra de teatro, de cantar, bailar, algo que tenga que ver con lo humano. Creo que a los
papás le ha tocado este tremendo desafío y si algo me duele es que hayan tercerizado la crianza en la tecnología. Los chicos no están viendo a sus padres con libros en la mano,
por lo tanto como se van a hacer lectores… Hay tanto por hacer, tanto familia como
escuela.
-Años y años en tu profesión y el año pasado una columna tuya explotó a través de las redes, se viralizó ¿Cómo viviste semejante repercusión?.
-Yo, justo en ese momento, estaba de vacaciones y cuando volví fui a dar una charla a una escuela donde había siempre 50 padres. Sin embargo cuando llegué había como 600, no encontraba ni siquiera lugar para estacionar y dije ¿qué pasó acá? Cuando le pregunto a la directora me dice: “Es que te viralizaste Lili” y “¿qué es eso?” le pregunté…
Vos sabés que ese video ya tiene más de 60 millones de reproducciones y como los argentinos somos 40 millones, se ha visto más de una vez o ya salió del país… Me llegaron comentarios desde Israel, desde EEUU y la verdad es que aplaudo las redes cuando son para eso. Está buenísimo porque a los cordobeses nos cuesta mucho salir de aquí. Me llaman de todos lados y ya tengo 14 conferencias en Buenos Aires…¡Parece que Dios atiende en Córdoba… también!
-Y fue la palabra y no la imagen la que logró este efecto.
– Si tal cual… Una vez una amiga (o ex amiga) me dijo que cómo me animaba a salir en la tele, si me hacía más gorda, más vieja, más fea, a lo que le respondí que yo alguna vez había sido más flaca, más linda, pero que en ese entonces no tenía nada para decir.
Que a mí me escuchen, a pesar de la imagen, ya que no soy Pampita, ni tengo 30 años, ni 90-60-90, para mí es muy importante. En este momento donde la imagen lo es todo, que alguien se quede con tu palabra, me parece que es una linda huella.
Uno tiene algo para decir en la medida que vive y si la madurez no te da sabiduría, y si la madurez es una mala palabra para muchos, las nuevas generaciones estarán en problemas. Si los padres no quieren madurar, ¿para qué van a madurar los hijos?
Me parece que cada época tiene su luz. Yo tengo 71 años y te diría que mi luz es que no estoy cuidando para arriba, porque mis padres ya no están; no estoy cuidando para
abajo, porque mis hijos ya están con su familia, y estoy con un hermoso compañero,
elijo decir si o no, elijo lo que me hace bien y lo que quiero, sin horarios, elijo gente no
tóxica, elijo juntarme con amigos que me suman. Es el momento de las elecciones y está
buenísimo. Tengo la carroza cada vez más cerca, es cierto, pero me voy a subir bailando…¡porque hace 11 años que hago danza!
Para pensar…
“No dejemos que las pantallas, que tanto nos hipnotizan y seducen, hackeen los tiempos
del amor. Hay que volver a mirarse, hay que volver a escucharse, hay que volver a
poner el amor en la escena”.