Una infidelidad, en algunos casos, representa el último golpe que una relación sufre antes de desmoronarse definitivamente.
En otros, se presenta como una situación que marca una crisis profunda en la pareja pero que posibilita un nuevo comienzo. En estas circunstancias es fundamental atravesar la primera etapa respetando los tiempos de cada uno, sin forzar los encuentros. Quien fue traicionado experimenta sentimientos de enojo, rechazo, vergüenza; el impacto sobre la autoestima es muy negativo, el miedo a volver a confiar se hace presente con fuerza. Se pierden certezas respecto al pasado que nos une, a la fortaleza del amor. Resulta esencial que quien haya sido infiel reconozca el engaño y valide el sufrimiento de su pareja.
Cuando el impacto del primer momento pasa, es el momento para evaluar los acontecimientos en perspectiva y analizar lo sucedido.
“¿Qué nos pasa? ¿Por qué creemos que nos sucedió a nosotros?”
En este momento no se trata sólo de evaluar las consecuencias de la infidelidad, sino de identificar los motivos que generaron en la pareja distancia y fisuras que propiciaron esa realidad. Ese es el punto de partida clave para empezar a trabajar fuertemente.
Surgirán muchos interrogantes sobre los cuales es importante detenerse, propiciar el diálogo, atravesar el dolor y tener el valor de construir en pareja las respuestas. En esta instancia, suele ser necesaria la intervención de un psicoterapeuta familiar que facilite un intercambio productivo, que realice observaciones que permitan un entendimiento más profundo.
Preguntas y más preguntas. ¿Qué errores hemos cometido como pareja y equipo de vida? ¿Qué necesidades tenemos insatisfechas? ¿Cómo podemos resolver las dificultades de conexión? ¿Qué calidad de dialogo tenemos? ¿Qué cosas nos definen como pareja? ¿Qué cosa nos unieron y cuáles nos unen aun, a pesar de la crisis que atravesamos? ¿Qué proyectos tenemos en común? ¿Hacia dónde queremos ir?
Una situación de infidelidad redefine necesariamente las condiciones de una pareja. Obliga a “dejar de mirar hacia otro lado”, a no seguir actuando como si nada pasara y enfrentar a los problemas que el vínculo posee. Constituye un quiebre respecto a dinámicas poco funcionales y dañinas de la relación de pareja; puede destruir una relación, pero también puede transformarla si se asume el compromiso de trabajar con el otro, de tomar el timón con firmeza y amor para redireccionar el barco, transitar el sufrimiento y salir de la tormenta rumbo a una nueva etapa.