*Especial, por Leticia Martín Enjuto (Psicóloga)
La llegada a cines de Intensa Mente 2 abrió un debate en torno a las emociones y su papel a la hora de forjar nuestra personalidad que, no es lo mismo que el carácter y el temperamento, aunque muchas veces así se crea. Estos términos a menudo se utilizan indistintamente para describir aspectos de nuestra forma de ser. Sin embargo, cada uno de estos conceptos tiene sus propias características y matices que los hace diferentes entre sí.
Así, la primera se refiere a un conjunto de características psicológicas, patrones de pensamiento, sentimientos y comportamientos que son relativamente estables a lo largo del tiempo. Es una construcción compleja que engloba aspectos como la forma en que percibimos el mundo, cómo nos relacionamos con los demás y cómo nos enfrentamos a los desafíos de la vida. De esta manera, trata de un concepto que se desarrolla a lo largo de nuestra vida y está influenciada por una combinación de factores genéticos y ambientales.
Por otro lado, el carácter se refiere a los rasgos morales y éticos de una persona. Es la parte de nuestra personalidad que determina cómo actuamos y nos comportamos en situaciones específicas. Por lo tanto, está relacionado con nuestros valores, creencias y principios fundamentales, siendo más arraigado y estable, para tender a guiar nuestras decisiones y acciones a lo largo de la vida.
El temperamento, por su parte, se refiere a las características emocionales y de comportamiento que son innatas y biológicamente determinadas. Es la forma en que reaccionamos ante estímulos y situaciones desde una edad temprana. El temperamento puede influir en aspectos como la intensidad emocional, la sociabilidad, la adaptabilidad y la reactividad al estrés. Y, a diferencia de los otros mencionados, es difícil de cambiar, ya que está profundamente arraigado en nuestra biología.
En resumen, estos están interrelacionados pero son distintos y comprender sus diferencias permite tener una visión más completa de nosotros mismos y de los demás. A su vez, son aspectos fundamentales de nuestra identidad; ya que cada uno de ellos tiene su propia influencia en cómo nos comportamos y nos relacionamos.