Tomás Frontera y Clarita Moyano tienen una gran familia; sin embargo, decidieron aventurarse en un viaje exótico en pareja. Durante 15 días, recorrieron Japón y visitaron Tokio, Nikko, Matsumoto, Toyama, Kanazawa, Takayama y Kioto. Postales y anécdotas sobre un destino que vale la pena descubrir.
Mi compañero de vida ama viajar y yo amo descubrir nuevas culturas y observar a las personas. Fue así como un día, viendo opciones de vuelos para una escapada en pareja, me encontré con un pasaje a Narita desde Santiago de Chile muy conveniente. Sin conocer mucho el destino, no dudé en hacer click y comprarlo.
Fue grande mi sorpresa cuando empecé a googlear qué visitar en Japón. Descubrí un bello país con ríos, playas y ciudades del primer mundo, habitados por personas con una cultura mágica y con gran historia. Íbamos preparados para un viaje largo y una pastilla natural para dormir alivió un poco mi traslado. El avión finalmente aterrizó en Narita. Compré el carry on, ya que decidimos ir sin grandes equipajes. Qué buena decisión: la idea era conocer y recorrer muchos lugares, por lo que mi pequeña valija con cuatro ruedas fue la
mejor compañera.
Narita nos sorprendió con personas con rostros muy distintos a los que una acostumbra a ver. La primera noche dormimos en un hotel cápsula. La opción de un alojamiento pequeño con una cama cómoda y todos los amenities incluidos es lo mejor. Y cuando digo todo incluido me refiero a que ¡hasta te ofrecen el pijama! Los distritos de Tokio son muy distintos. Uno muy tradicional es Asakusa, otro, más moderno, es Shibuya. Akihabara, en tanto, te sorprende con el boom de los dibujos japoneses (animé) que veíamos de chicos en la televisión, protagonistas con pelos de color y novedosos atuendos. Las calles están adornadas con esos diseños y carteles luminosos. Un dato interesante para tener en cuenta es que si te hace falta algo de electrónica, lo encontrás en esta zona; solo hay que controlar que los productos sean made in Japan.
Quedarse siete días en Tokio es una muy buena opción, aunque si son inquietas
como yo, siempre es lindo conocer un poco más…No dejen de ir a Tsukiji Fish
Market (el mercado central de Tokio) y meterse en uno de los pequeños bares
locales para probar sus comidas. Allí se pueden ver los puestos que ofrecen todo
tipo de pescados y algunas otras cosas desconocidas por mí hasta entonces.
La comida en Tokio es un capítulo aparte. Todo es delicioso… ¡Y pensar que no me gustaba el pescado! Un desayuno tradicional incluye siempre pescado crudo, sopa, té, arroz y algunos agregados como huevo crudo. No es cara, por lo que vale la pena sentarse a desayunar, a almorzar, a tomar el té y a cenar. En cuanto a los restaurantes, hay algunos más informales en los que tenés que elegir el menú presionando un botón en una máquina, poner el billete y retirar el ticket para presentárselo al mozo. En los de mayor formalidad, tenés que sacarte los zapatos para ingresar porque no se considera apropiado entrar con calzado, básicamente por una cuestión de higiene. Eso sí, si vas al baño, te encontrarás con unas hermosas pantuflas públicas, ya que ese lugar sí se considera sucio.
Una buena opción es ir por el día desde Tokio hasta Nikko, una bellísima ciudad
que esconde templos rodeados de pinos y árboles milenarios. Se puede tomar el
tren rápido o ir en los trenes locales (pero al ser necesarios los transbordos de esta-
ción, el trayecto se hace bastante largo). Nosotros emprendimos viaje en la opción
rápida hacia el norte. El ticket por 7 o 14 días conviene sacarlo con anticipación y
te llega por correo privado a tu casa.
Desde Kanazawa se viaja en ómnibus hacia el mágico pueblo olvidado en el tiempo de Shirakawago (aldea histórica) para arribar como destino final a Takayama.
Allí dormimos en un ryokan, un tipo de alojamiento que es la esencia de la hos-
pitalidad del lugar. Me sentí una japonesa vistiendo mi yukata y tomando el té en el suelo sobre el piso de tatami… No solo eso, de noche, la habitación es recubierta con unos colchones y se duerme en el piso. Luego, cena tradicional en el salón común. Te acomodás en una de las mesas bajas y te sentás en el suelo para recibir varios platos en distintos tiempos: sushi, tempura, sopa de miso y pescados variados en tipo y modo de cocción.
Luego, pasamos por Nagoya hasta llegar a Kioto. Esta ciudad tiene de todo… templos y más templos. Imperdibles son el Golden Pavilion, el templo Kinkaku-ji y otro poco promocionado: el templo Sanjusangendo que esconde un gran tesoro. Cuando va cayendo el sol, es ideal ir al barrio de Gion mundialmente famoso por la existencia centenaria de las geishas para ver sus tradicionales calles y luego, adentrarse en la vida nocturna de Kioto y
cenar en algún restaurante del Pontocho Alley (calle angosta).
Como siempre veía fotos de los arcos color naranja de Kioto, donde está el santuario Fushimi Inari-Taisha, no podíamos dejar de visitarlo. Hacia allá fuimos, y no
olvidé el detalle de vestirme a tono… Esa foto iba a ser una de mis preferidas! En esos días, de hecho, no dejaba de observar a las mujeres con sus kimonos y ellas no dejaban de mirarme a mí, con mi ropa occidental… ¡Todo un intercambio visual de culturas!
Como nuestro vuelo salía de Tokio, dejamos una noche más para despedirnos de esta fascinante ciudad. Volvimos a tomar el tren rápido (una experiencia única) y en pocas horas ya estábamos en la estación de Tokio.
Nuestra última noche la pasamos en el distrito de Ginza. Caminar por sus calles es ir al ritmo de Japón y descubrir su lado más cosmopolita: mujeres de polleras largas, tacos altos y carteras al tono; hombres de traje y paraguas (siempre a mano); negocios de ropa de las marcas número uno del mundo; y, para almorzar, exquisitos restaurantes alojados en departamentos. Si, como leyeron. Las mejores opciones gastronómicas no se descubren
a simple vista. Lo ideal es detenerse en el ingreso de los edificios de la calle principal de ese distrito y leer que restaurantes hay en cada piso ¡Les aseguro que se van a sorprender!
Y así, después de dos semanas inolvidables, nos despedimos de este país y de sus habitantes. Para esta argentina…una fábula hecha realidad.