Natalia Rubio: “Es una posibilidad de entretenimiento y distracción”
Natalia Rubio solo sigue a la Selección. Cada cuatro años su vida se llena de fútbol.
“Más por patriota que por otra cosa”, dice. “Si los partidos caen en fin de semana o
días no laborables, organizamos juntadas con pochoclo o asado, para verlos con
amigos o la familia”. Tiene 38 años y tres hijas mujeres, de 9, 7 y 2 años; está casada
con “un fanático del fútbol”, según nos cuenta. Es una pasión que se comparte.
“En el último mundial llenamos el álbum entre todos y este año de nuevo, juntamos
figuritas. Compartimos desde otro lugar, no solo conociendo a las distintas selecciones
y también el mundo”. Como en la escuela aprovechan el Mundial para interesar a los chicos en conocer los distintos países que participan, en la casa de Natalia se vuelve una tarea colectiva.
Empezó a ver fútbol por su marido, porque viene de una familia también de tres
mujeres en la cual no se seguía con pasión. Así y todo, el mundial que recuerda con
emoción es el del 90: “Son los recuerdos más vivos por cómo nos fue y tenía una edad
como para recordarlo”.
Si bien evaluaron ir a Brasil el último encuentro, no pudo ser. Aunque destaca que
verlo desde casa tiene su encanto: “Están los que pueden ir y los que lo seguimos
desde nuestros espacios, no solo desde casa. Trabajo en el Sanatorio El Salvador y
montaremos pantallas gigantes para que tanto la gente que trabaja como los pacientes
puedan ver los partidos”.
Sobre este punto señala que, al ser un lugar donde la gente va a curarse, esta es una
manera de que la pasen mejor: “Es una posibilidad de entretenimiento y distracción. Al
ser tan transversal, interesa a las personas de todas las edades, hace el paso más
ameno. Está bueno transmitir la fiesta que se vive alrededor. Es un mes que tenemos,
cuando priman las buenas noticias”, reflexiona.
Paz Llaryora: “Los encuentros tienen un comienzo, pero no un fin”.
La conexión de Paz Llaryora con el fútbol surge de una falta. Y, a diferencia de otros
recorridos, llegó al deporte no por tradición familiar, ni por su pareja, ni por la pasión
por ver a un equipo. Ella juega, de forma amateur, desde hace ocho años y cuando
empezó a jugar, empezó a mirar.
“Siempre fui deportista, durante la secundaria jugaba al handball, pero cuando empecé
la facultad me quedé sin deporte y arranqué con el fútbol -cuenta-. Le encontré el
gusto porque los partidos eran los sábados a la tarde, luego se armaba el tercer
tiempo y seguíamos hasta la noche”. Para “Pachi”, así, se convirtió en una actividad deportiva y también social, de encuentro con amigas y compañeras de equipo.
La coordinadora del Círculo de la Comunicación de Córdoba (Circom) plantea ver el
mundial siguiendo el mismo principio: Con las chicas del equipo “Casaca”, con el que
están a mitad de tabla en el torneo Abran Cancha (“Estamos jugando re bien -valora-
aunque en los últimos tres partidos venimos ganando y nos empatan a último
momento”).
Ya tienen definida la casa en la que verán el primer encuentro de Argentina. Son 14
mujeres que se juntan sí o sí, y siguen un ritual muy reglado. “Algunas son muy
fanáticas, saben todo y van comentando. No sé tanto, pero cuando lo miro lo hago con
pasión, atenta a las jugadas, para aprender”, aclara. Además del canal sintonizado en
la transmisión, preparan un asado, compran cerveza, se pintan la cara y todas lucen la
camiseta de Argentina. “Jugamos con el tema de la yeta, entre las presentes y
ausentes y solo en el entretiempo charlamos, pero durante el partido no se habla de
nada que no sea sobre lo que pasa en la cancha”, advierte, al tiempo que cuenta que
esos encuentros “tienen un comienzo, pero no un fin”.