Por Carolina Maldonado /@caromaldonad0
El amor por la danza, su disciplina y calidez, la llevaron a ocupar un lugar que nunca se hubiera imaginado: ser la directora del Seminario de Danza Nora Irinova del Teatro San Martín, semillero de grandes bailarines que brillan con luz propia en todos los rincones del mundo. Apasionada por su profesión, María Esther hace nueve años lidera con responsabilidad y compromiso el equipo de maestros del seminario, con quienes trabaja para formar y potenciar las aptitudes de alumnos y alumnas y para acompañarlos en el camino de la danza como estilo de vida.
Por su carisma y por la fuerte vocación con la que lleva adelante su tarea, María Esther Triviño es una de las mujeres homenajeadas de esta edición. Te invitamos a conocer su historia.
–¿Cómo llegaste a ser la directora del Seminario de Danza Nora Irinova del emblemático Teatro San Martín?
–En mis inicios, me desarrollé como bailarina clásica en el Ballet Oficial durante muchos años y en 1981 ingresé al Teatro San Martín, donde realicé toda mi carrera hasta los 45 años.
Finalizando mi etapa como bailarina, empecé a dar clases, a ser asistente eventual de coreografía y luego pasé a ser maestra del seminario. Cuando la directora de ese momento decidió retirarse, le sugirió a la dirección del teatro que yo podía cumplir esa función.
Este es mi noveno año como directora, lo tomé como un gran desafío y el haber dicho que sí fue la mejor decisión que pude haber tomado. Es un aprendizaje constante. Logré consolidar un gran equipo de trabajo, sin ellos no sería lo mismo. Mi idea es potenciar la fortaleza de cada maestro y maestra que me acompaña, por todo lo valioso que pueden aportar.
–¿Te imaginabas en este cargo?
¡La verdad que no! Siempre creí que la parte más linda del ámbito de la danza era bailar, después empecé a encontrar una gratificación muy grande como maestra, como coreógrafa y como directora. Me gusta todo lo que sea netamente creativo, el ser directora me posibilita tener acceso a una gran plataforma de recursos humanos, edilicios y artísticos para poder crear un producto final y eso ¡me encanta!
–Si tuvieras que definir un denominador común entre tu profesión y tu esencia como persona ¿Cuál sería?
–Para mí es esencial desarrollar la creatividad en todo ámbito de la vida. Creo que el universo y el ser humano son expansivos y están en constante movimiento, recreándose. Eso es lo que me moviliza, crear o formar algo. Ver a mis alumnos y alumnas crecer como bailarines y como personas me enorgullece. No soy mamá, pero cada obra que presentamos, cada alumno que sale del seminario alcanzando sus objetivos, que logra triunfar en el mundo, lo vivo como si fueran hijos para mí. Estar en contacto con ellos hace que pueda aprender, reinventarme y adaptarme a los nuevos tiempos y requerimientos de cada momento.
–¿Cómo vivís la transformación de la danza desde tus inicios hasta hoy?
–Ha cambiado mucho el concepto de lo que es la danza clásica, antes era muy rígida y los bailarines salían formados de una manera más estructurada. Hoy se requiere que un bailarín salga formado en distintas áreas, no sólo en danza clásica y contemporánea: si pueden actuar y cantar mejor. Como maestra, puedo decirte que un bailarín debe tener ciertas características y actitudes naturales físicas, más una inteligencia emocional que le permita gestionar exigencias y frustraciones. Debe ser ambicioso, querer llegar a más, sin sentirse deprimido en caso de no lograr los objetivos, disfrutar lo que hace. Lo más difícil es conciliar la exigencia de una técnica con lo que el alumno puede dar para evitar que se frustre.
–La danza como canal de expresión, de conexión con el cuerpo y con los sentimientos, ¿qué genera en vos?
–¡Es tan hermoso bailar, siempre lo disfruté al máximo! Aunque no haya tenido todas las condiciones, fui una bailarina media pero con inteligencia y logré optimizar al máximo mis fortalezas y corregir mis debilidades. Estoy convencida que si hacemos lo que nos gusta, hay muchas posibilidades de que nos vaya bien en lo que sea que hagamos. Como siempre sostengo “si no te hace feliz, hay que cambiar de profesión” y aunque suene trillado, hay que ir por donde uno sienta y el corazón diga.
–¿Hacia dónde vas y qué te gustaría lograr desde tu rol como directora del Seminario de Danza?
–El contexto de pandemia que atravesamos me puso en un lugar en el que no planifico. Hoy estoy dirigiendo el Seminario y me encantaría continuar en la medida que pueda. Seguir en este ámbito hace que me vuelva a enamorar del mundo de la danza. Me gustaría que se puedan incorporar otras materias para asistir de manera integral a los bailarines y tratar temas como el rescate social por el arte, que puede ayudar a muchas personas a salir de situaciones opresivas. Mi objetivo es seguir trabajando para consolidar todo esto y continuar con la formación de bailarines para que sean completos como personas, para que disfruten y que eso se transmita al público.