Según un estudio realizado entre enero de 2021 y marzo de 2022 por la ONG Internacional Bullying sin Fronteras, en Argentina, “alrededor del 70% de los niños y niñas sufren todos los días algún de tipo de acoso y ciberacoso”.
Además, Javier Miglino, Experto en Asuntos de Derechos Humanos y Protección de la Niñez y Director Mundial de la entidad, remarcó que nuestro país se encuentra entre los más afectados por esta problemática.
Por su parte, en diálogo con Ocio, María Zysman, Lic. en Psicopedagogía y Directora de Libres de Bullying, expresó que, actualmente, el hostigamiento de estas características “se ha incrementado además por las redes sociales”. “Y por la dificultad de los adultos de decirles a los chicos qué cosas están bien, cuáles mal y cómo actuar en consecuencia”, agregó.
A su vez, afirmó: “Se banalizó la palabra y hoy en día se utiliza para cualquier situación, lo que lleva a mucha gente a considerar que no existe o que es una tontería”. En este marco, enfatizó: “Pero sí sucede, se ve, lastima muchísimo y pasa hace un montón de años, aunque se le quite valor”.
Qué es el bullying y cuál es su origen
La psicopedagoga explicó que el bullying “es una forma de violencia entre pares en edad escolar”. “No es sinónimo de violencia, sino que es una manera particular, en la cual un niño o adolescente con capacidad de manipulación busca humillar y dejar expuesto a otro”, amplió.
Asimismo, detalló que “no hay una clasificación”, sino diversas formas de ejecución. Es decir, que el daño puede realizarse desde el aspecto simbólico, emocional, verbal o físico, entre otros.
Acerca de las causas, indicó: “No ocurre por poseer algo o tener ciertas características físicas. Sino que se utilizan esas excusas para justificar el odio, la discriminación, la envidia, la rivalidad y los modelos sobredimensionados y hegemónicos de belleza, poder y éxito”.
Consecuencias presentes y futuras
Zysman reveló las alertas a tener en cuenta para detectar posibles casos. Así, quien es víctima “manifiesta molestia, displacer, sufrimiento y puede mostrar cambios en los hábitos de estudio, sueño o alimentación”. También es normal que rechace invitaciones y no quiera asistir al espacio donde sufre.
Por otro lado, la excesiva atención a dispositivos tecnológicos, sería otro síntoma, “sobre todo si padecen de ciberbullying”. En este último tipo, se utilizan medios digitales para dañar a una persona mediante ataques o la divulgación de información personal o falsa.
No obstante, las secuelas perduran a largo plazo y pueden devenir en cuadros depresivos, de ansiedad o dificultad para establecer relaciones.
“Cuando alguien pasa por eso, en general no se olvida y lo tienen como un recuerdo espantoso, que genera mucha inseguridad. Lo importante es que entiendan que no son culpables y que, cuando hay desequilibro de poder, nadie puede defenderse”, señaló María y aseveró: “No sana fácilmente”.
Finalmente, comentó “algunos signos” en torno a los victimarios, aunque aclaró que “no son determinantes”. “Les cuesta reflexionar y van adelante sin pensar demasiado, se jactan de lo que hacen y pueden ser crueles con los animales. Pero lo importante es encontrar el sentido de porqué lo hace, algo está buscando. Puede ser sentirse más seguro o poner en evidencia algo que sufre en otro lugar”, aseguró la profesional.
La intervención de los mayores
Las instituciones escolares y los clubes para realizar actividades extracurriculares son los sitios más frecuentes donde niños y adolescentes están expuestos.
Así, Zysman detalló que para que se trate de bullying “hace falta obligatoriedad en el vínculo, contacto sistemático, reiterado y el desequilibro de fuerza”, mediante la consolidación de ciertos roles. Además, aclaró: “Una situación así no la puede mantener alguien solo, necesita de expectadores”.
En cuanto a las edades en que predomina, advirtió que “está empezando cada vez desde más chiquitos”. “Inicia con algo discriminatorio, como un apodo que a priori es como estar probando la temperatura del agua y si tiene éxito, se avanza con algo más convocante, como subiendo la apuesta”, reveló.
Por último, expuso la manera propicia para intervenir como adultos, atendiendo a que muchas veces los niños o jóvenes no hablan por temor a la reacción de sus padres. “Siempre mantener la confidencialidad, no buscar justicia por mano propia o recurrir al escrache -concluyó-. Tenemos que darnos cuenta que el niño necesita seguridad y necesita vernos calmados. Lo óptimo es hablar con la maestra y esperar un tiempo para ver qué pasa, asegurando que vamos a lograr que mejore el contexto”.