Estamos a pocos días de las fiestas y de alguna u otra forma, a todos nos pasan cosas.
Es una época en la que medios y redes sociales nos venden el modelo acabado de
familia feliz, velas, brillos, regalos y banquetes excesivos. Mesas superpobladas, abuelos y nietos abriendo obsequios con grandes y blancas sonrisas, y fuegos artificiales enmarcando el momento.
Se trata del all inclusive de la Navidad, que pretende que todos vivamos las mismas
cosas, que sintamos todos lo mismo, que seamos sumamente felices comiendo vitel
tone, turrones y tomando bebidas espirituosas varias… Pero la posta es otra y todos lo
sabemos, aunque a veces nos sintamos culpables, en falta o incompletos si no
cumplimos con ese modelo navideño para armar.
Hay familias grandes que ponen mesas extras y piden vajilla prestada para que haya
para todos y hay familias pequeñas. Están las mamás y papás a quienes les toca pasarla
solos con sus hijos; hay familias con los tuyos, los míos y los nuestross y eso…. pfff,
implica una gestión a la altura del G20. Hay hermanos separados por distancias de
espacio o tiempo infranqueables.
Hay mesas en las que no entran las cosas y otras en las que sobra espacio. Y hay
familias felices y hay familias que no lo son. También hay encuentros, desencuentros,
recuerdos y nostalgias de fiestas más felices… y hay espacios vacíos en las mesas de
muchos. Y esa es la posta. Esa es la realidad. Muchos disfrutan las fiestas, gran parte
sólo las viven y otros las sobreviven.
Lo importante es que intentemos todos, desde el pedacito de universo que habitamos
y con la realidad que hoy nos toca vivir, buscar la mayor tranquilidad posible. Que no
forcemos nada; ni las sonrisas, ni los abrazos, ni las presencias porque donde las cosas
no fluyen… la paz no aterriza por la chimenea ni aunque Papá Noel le haga un
lugarcito.
Evitemos los reproches; no pasemos facturas viejas o nuevas. No revolvamos el baúl de
los recuerdos tristes o enojados; abramos la caja de nuestro presente (presente, que
significa regalo y hoy al mismo tiempo) para encontrar paz en nosotros mismos y en
todo aquello que hace a nuestra vida especial.
La paz no está afuera, ¿cuándo vamos a entender eso? No está en los regalos caros, en
las compras alocadas hasta las 4 de la mañana, en el estrés de las tarjetas al rojo vivo,
en las peleas por la lealtad de quienes comparten la mesa…
Con connotación religiosa o no, que el sentido más profundo de esta época sea
encontrarnos con tranquilidad, agradecer por todo lo que sí tenemos, por todos los
que sí están.
No nos comparemos con nadie, las comparaciones son odiosas, dicen las abuelas.
Generalmente tenemos la tendencia a comparamos de forma negativa y eso genera
sufrimiento. Basta de comprar modelos estereotipados de cosas que no somos. Tengamos unas fiestas coherentes, tranquilas, conectando con el verdadero significado. El amor.
María Eugenia Bruno
Licenciada en psicología mp 8242
Especialista en psicoterapia cognitiva