Hijo de un afamado director de orquesta y niño prodigio, el bajista, arreglador y compositor ganó este año el Grammy Latino por su disco ‘Vigor tanguero’, convirtiéndose en el primer cordobés galardonado con este premio.
Por Guillermina Delupi
Incursionó en la música a muy temprana edad: a los 3 años ya tocaba el piano y a los 4 sumaba el violín. Tras un impás musical, motivado por la efervescencia adolescente, tuvo un breve paso por el rock para formarse luego con maestros de la talla de Javier Malosetti y Ron Carter (bajista de Miles Davis) y en la Escuela de Música de Manhattan.
Radicado en Nueva York desde hace 22 años y casado con la poeta, filósofa y docente Marianela Fernández -con quien tiene dos niñas pequeñas-, el músico acaba de volver de una gira por España y ya tiene en la mira Japón, a donde irá a dirigir una orquesta con sus propias composiciones. Desde su casa en la metrópoli más poblada de los Estados Unidos, Giraudo sostiene que tanto el público como los artistas son los que definen la evolución de los géneros musicales y habla del jazz en nuestra ciudad.
–¿Cuándo empezó tu incursión en la música?
–Empezó a muy temprana edad. Crecí en una familia en la que la música era parte del
lenguaje cotidiano. Mi padre era director de orquesta (NdelE: Carlos “Payo” Giraudo),
dirigió la orquesta sinfónica de Córdoba muchos años, así que prácticamente desde
que nací he estado expuesto a la música. En casa se oía desde Bach hasta Los Beatles,
Spinetta convivía con la mayor naturalidad con Herbie Hancock y Joao Gilberto. A los 3
años empecé a tocar el piano, a los 4 agregué el violín con el cual no me llevé
particularmente bien y lo dejé a los 6. Seguí con el piano hasta los 12, cuando la
adolescencia y las ganas de estar con amigos, me invitaron a dejar la música por un
tiempo. A los 17 años mi amigo Mario Guzzi me invitó a tocar en su banda de rock, así
que me compré un bajo y así empecé mi relación con este maravilloso instrumento
que de alguna manera me ha traído a donde estoy ahora.
–¿Y tu formación musical?
–Antes de comprarme mi primer bajo eléctrico tomé un par de clases en el sótano de la disquería ‘El Perro’, con el gran bajista cordobés Mauricio Manchón. Después, él me sugirió que tomara clases con otro excelente bajista de Córdoba, Fernando Bobarini, con quien estudié por varios años. Poco tiempo antes de mudarme a EEUU tomé un par de clases con Javier Malosetti en Buenos Aires. Por más que no estudié formalmente con él, no puedo dejar de mencionar al gran guitarrista Daniel Corzo, con quien compartí muchos escenarios y de quien aprendí a disfrutar de improvisar con libertad. A los 19 años me mudé a Nueva York, donde empecé mis estudios académicos en Manhattan School of Music, allí tuve muchos profesores pero más que nada aprendí de mis compañeros. En el 2000 comencé mi posgrado en City College, donde tuve el honor de estudiar con Ron Carter, el legendario bajista de Miles Davis. Conocerlo fue uno de los encuentros que cambiaron mi relación con la música para siempre. A través de sus palabras y acciones entendí el valor de la constancia y disciplina. Fue sin lugar a dudas el profesor más exigente que tuve en mi vida. Las primeras clases me dejaron al borde de las lágrimas.
–Estás radicado en Nueva York, ¿con quién/quiénes vivís allí y cómo es un día en tu vida?
–Vivo en Nueva York hace 22 años. Recuerdo como si fuera ayer cuando llegué a NY a audicionar en marzo de 1996. Apenas bajé del avión y me fui al departamento del compositor cordobés José Halac, que en aquel entonces residía en NY, me conecté visceralmente con esta ciudad. Poco después, y durante una de mis primeras visitas a Córdoba, me enamoré de Marianela Fernández, poeta, filósofa y docente apasionada, con quien comencé una relación a larga distancia, aún conservamos miles de cartas escritas a puño y letra. Ahora somos ella, yo y nuestras preciosas hijas, Vera (11) y Ángela (6), que son las verdaderas maestras y luces de mi vida. La vida en NY es realmente única. He viajado mucho por el mundo y la energía que se siente en esta ciudad es inigualable. Una ciudad muy envigorante, pero agotadora también. El sentimiento de estar atrapado en una vorágine es constante. Tengo una sensación permanente de que el tiempo no alcanza. Pero todo lo que la ciudad ofrece, su energía, su música, su arte y su gente, hace que valga la pena el esfuerzo.
–Actualmente estás de gira por España, ¿cómo es el tour y cómo siguen tus planes?
–Además de tocar con mis propias bandas de tango y de jazz, toco el contrabajo en una variedad de proyectos, entre ellos el de Pablo Sáinz Villegas, gran guitarrista español, con quien estuve estas últimas semanas de gira por el norte de España. Recién regreso a NY y llego a ensayar y tocar. La semana que viene tengo ocho conciertos, ensayos y, entre toque y toque, algún partido de básquetbol de mi hija mayor.
Mi plan es continuar componiendo y enfocarme en hacer crecer este proyecto de tango que tantas satisfacciones me está dando. El tango es un lenguaje único, que moviliza profundamente a personas en todo el mundo, es realmente un honor y un gusto como argentino, presenciar lo que provoca nuestra música en el exterior. Por supuesto también tengo proyectos para mi big band de jazz, proximamente iré a Japón a dirigir una orquesta con mis composiciones originales.
–Tenés una posición disruptiva en cuanto a las categorías dentro de la música, ¿creés que hay géneros con los que se pueden expresar mejor determinadas cosas?
–Sí, definitivamente hay géneros que facilitan expresar ciertos sentimientos o paisajes mejor que otros. La música afrocubana por ejemplo, lleva naturalmente una carga de
celebración y alegría que no lleva la música andina o el tango, sin ir más lejos. Una de
las bellezas de Nueva York es que me ha expuesto a una gran variedad de estilos tocados de manera auténtica. Uno encuentra permanentemente músicos de todo el mundo tocando la música de sus respectivos países. He tenido el placer de poder tocar folklore de muchas partes y poder aprenderlo de la gente que la trae en la sangre. De la misma manera yo he expuesto a varios músicos clásicos al tango por ejemplo.
–¿Cómo te definirías vos, a la hora de hablar de géneros musicales? Me refiero a que te dedicás mayormente al jazz, pero también hacés tango…
–Para responder correctamente tengo que dividirme un poco en dos: el contrabajista y el compositor. Como instrumentista me siento muy nuevayorkino. Me adapto con gran facilidad a muchos estilos. El gran saxofonista cubano Paquito D’Rivera una vez muy sorprendido de cómo podía cambiar de estilos me dijo que era como un camaleón musical. Por otro lado siento prácticamente lo opuesto a la hora de crear. Cuando compongo, ya sea para mi big band de jazz o para mi cuarteto de tango, la música sale exactamente del mismo lugar y me describe de la misma manera. Las barreras de los géneros dejan de existir. Es más, este año he presentado dos discos, uno de jazz y otro de tango. Hay varias composiciones que están en los dos discos, en uno tocado por una big band y en el otro por un cuarteto de tango y para mí, a pesar de la inmensa diferencia de instrumentación el carácter de la piezas es casi idéntico.
–Acabás de ganar el Grammy Latino por ‘Vigor tanguero’, lo que te convierte en el
primer cordobés en obtener este premio, ¿qué significa este galardón para vos?
–Más que nada un enorme honor. Tengo también que agregar que fue una gran sorpresa. Soy un gran admirador de los otros nominados, en especial de Daniel Binelli & Nick Danielson, que además son grandes amigos, y de Rodolfo Mederos, a quien no tengo el placer de conocer personalmente pero a quien sigo hace ya muchos años. Tener un Latin Grammy bajo el brazo definitivamente abre muchísimas puertas y facilita muchas cosas, pero hay que seguir trabajando con constancia e intensidad para seguir adelante. De más está decir que me emociona compartir este logro con la gente de mi querida ciudad de Córdoba.
–Pese a estar radicado en NY y hacer muchas giras por distintos países, siempre
volvés a Córdoba… ¿cómo ves hoy el jazz en nuestra ciudad?
–Sí, vuelvo prácticamente todos los años a mi Córdoba. Durante mis primeros años fuera del país hacía el esfuerzo de mantenerme en contacto con músicos amigos y tocar, pero hace unos años decidí enfocarme en pasar tiempo con mi familia, descansar, disfrutar de la ciudad y desconectarme un poco del mundo musical por lo menos por dos semanas al año.
Gracias a las redes sociales, veo que Córdoba está muy activa con el jazz y en muy buenas manos. Lo veo a Nicolás Ocampo, por ejemplo, creando proyectos nuevos y de muy buen nivel.
–¿Cómo es hoy el público de jazz? ¿Y el de tango? ¿Ves más gente joven volcándose a estos géneros?
–Te voy a dar una respuesta un poco general. El jazz como el tango son estilos, géneros musicales de la gente, como también lo es la música clásica, y así como las generaciones pasan, la música cambia y evoluciona. Entendiblemente hay personas que guardan a estos estilos populares en especies de fotografías y lo definen de esa manera. Digo entendiblemente porque hay épocas doradas o en las cuales la música popular, en este caso, el jazz y el tango, tenían un protagonismo en la sociedad más amplio. Estas personas definen al tango tal vez con la música de Gardel, o la de Pugliese, o la de D’Arienzo. La realidad es que la música, especialmente la popular, nos refleja personal y generacionalmente, y a nuestro ambiente. Siempre, en mayor o menor grado, va a haber músicos jóvenes volcándose a estilos populares y estos estilos van a evolucionar, estando siempre en un estado de cambio. Tanto así el público como los artistas definen la evolución de estos géneros. Veo, especialmente en Argentina, a mucha gente joven creando y consumiendo miradas nuevas, usando el lenguaje del tango y me encanta. Creo que ya hace un tiempo, desde mi juventud sin ir más lejos, el jazz ha invitado a la gente a contagiarse de su tradición y libertad.
–¿Volverías a vivir en Córdoba? ¿Cómo te imaginás a futuro?
–Es imposible saber que traé el futuro, pero por el momento me imagino siguiendo mi vida en NY. Estoy radicado en esta ciudad hace 22 años y de alguna manera, por más que Córdoba siempre es ‘la base’, Nueva York se ha convertido gradualmente en mi hogar. Pero si la vida me llevara a Córdoba por una razón u otra, sin lugar a dudas podría llevar a cabo una vida feliz. Córdoba tiene mucho para ofrecer. En mi caso en particular, mi familia, un estilo de vida más calmo, grandes músicos y la cercanía de la naturaleza.
“Cuando compongo, ya sea para mi big band de jazz o para mi cuarteto de tango, la
música sale exactamente del mismo lugar y me describe de la misma manera. Las
barreras de los géneros dejan de existir”
“Veo, especialmente en Argentina, a mucha gente joven creando y consumiendo
miradas nuevas usando el lenguaje del tango, y me encanta”.
Al toque:
– Nombre completo: Pedro Giraudo
– Edad: 41 años
– Signo: Tauro
– Mi fortaleza: La constancia
– Mi debilidad: La ira
– Un libro: Ana Karenina, Leon Tolstoy
– Un disco: Bajo Belgrano, Luis Alberto Spinetta
– Una película: El Padrino
– Un vino: cualquiera compartido con buenos amigos
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