*Especial, por Naty Cico, abogada y mentora en gestión del tiempo, productividad y metodologías ágiles. Creadora de la comunidad @organiz.hadas
Después de la pandemia, vivimos un cambio profundo en la mentalidad de las personas. De repente, nos encontramos en casa y nos dimos cuenta de que el trabajo no lo era todo. Esa rutina incesante, como una rueda de hámster, podía detenerse, y, lo más sorprendente, el mundo seguía girando. Muchos redescubrieron lo que realmente importaba: pasar tiempo en el hogar, estar con la familia y priorizar el bienestar personal.
Este cambio de valores, impulsado por el avance de la tecnología y, más recientemente, por la inteligencia artificial, ha comenzado a transformar nuestra sociedad de maneras que apenas estamos empezando a entender. Un reflejo temprano de este fenómeno fue lo que se conoció como la Gran Renuncia. Cientos de miles de personas renunciaron a sus trabajos en busca de mayor libertad, flexibilidad y, sobre todo, independencia. Fue el auge del emprendimiento y del trabajo freelance. Sin embargo, no todos pudieron seguir este camino.
Para quienes no tuvieron la posibilidad de renunciar o cambiar de rumbo, surgió otro fenómeno: la renuncia silenciosa. En lugar de buscar nuevas oportunidades, algunos decidieron mantenerse en sus trabajos, pero limitándose a cumplir con lo mínimo indispensable. Nada de sobresalir o de hacer más de lo que les correspondía. Simplemente trabajaban por el sueldo, sin interés por el crecimiento o el reconocimiento.
Así, estamos entrando en una nueva etapa que los estudios llaman Quiet Ambition o la ambición silenciosa. Este fenómeno es especialmente evidente entre millennials y la generación Z. A diferencia de sus padres, que se sacrificaban por altos cargos, sueldos abultados y prestigio profesional, estas generaciones han redefinido lo que significa tener éxito. No quieren perder su libertad o su salud mental en el camino hacia la cima. Prefieren quedar como empleados, aunque signifique un sueldo menor. Para ellos, el estrés crónico, la sobrecarga de responsabilidades y la falta de tiempo personal no son el precio a pagar por el éxito.
Pero cuidado, que priorizar la calidad de vida no significa que no tengan ambiciones. De hecho, su ambición es gigante, pero se dirige hacia otros horizontes. Buscan el éxito, sí, pero lo miden en términos de libertad, disfrute, equilibrio y, sobre todo, tiempo para el ocio.
La Quiet Ambition no es la falta de ganas de progresar, sino una nueva forma de definir el progreso. Es una ambición más silenciosa, pero igual de poderosa. Las personas quieren crecer, pero no a cualquier precio. Quieren vivir bien, disfrutar del presente y trabajar para vivir, no vivir para trabajar.