Nada de lo que pasa es sin movimiento. Permanentemente estamos atravesados por aquello que ocurre y que nos ocurre. Lo que al pisar las primeras semanas del 2020 podría haber sido anecdótico y muy lejano, en marzo del mismo año comenzó a ser nuestra realidad.
Lo inesperado. Eso nos ocurrió. Como eso que llega de una manera muy difícil de traducir para nuestro psiquismo. Inesperado es aquello que obviamente no esperamos y para lo cual no estamos necesariamente preparados. Se sacudió el mundo, se sacudieron los lugares conocidos y se nos cambiaron los planes, sin que nos avisaran. Hasta el tiempo decidió moverse de una manera diferente, a otro ritmo, más lento.
Sería una falacia afirmar que todos vivimos lo mismo, que todos lo transitamos igual. Lo que
tuvimos en común fue esta sorpresa y esta necesidad de responder a la situación de alguna
manera. Cada persona cuenta con un abanico de defensas y modos de afrontar los eventos, que se construyen y desarrollan junto a la personalidad y que se encuentran también atravesados por cada historia de vida. Asimismo, no podemos separar lo anterior del contexto en el cual cada uno de nosotros estábamos parados. Así que tenemos: estilo de afrontamiento + personalidad + contexto, por ende un montón de combinaciones posibles.
Vuelvo a esta idea, traducir, para nuestro psiquismo, significa algo así como ponerle palabras a aquello que sucede. Y en ese intento nos encontramos con distintas formas de hacerlo. En muchas personas apareció una cuota excesiva de ansiedad, no ya como algo normal que sucede en las distintas situaciones estresantes de nuestra vida, sino en un nivel muy alto y constante.
La ansiedad de la mano del estrés, cuando son sostenidos en el tiempo, comienzan a ser disfuncionales y pueden traer aparejadas muchísimas otras cuestiones tales como: problemas del sueño, fluctuaciones marcadas del carácter y del estado de ánimo, nerviosismo, cambios en la relación con los alimentos, desgano, apatía, trastornos gástricos y depresión, entre muchos otros. Asimismo, esto puede llegar a afectar a nivel vincular no sólo con las demás personas sino con nosotros mismos, nuestra autoestima y con aquello que nos rodea, como nuestros proyectos, trabajo o planes.
Otras personas se encontraron en una vereda distinta, se vieron obligadas a frenar de golpe y a bajar quizá el nivel alto de estrés que estaba siendo ya una rutina normalizada. Este parar y descansar para algunos fue una crisis, porque era desconocido, y para otros fue una bendición.
Hay personas que comenzaron de a poco a disfrutar el vivir de otra manera a como estaban viviendo y se replantearon cosas, modificaron hábitos y construyeron nuevas formas. También hubo quienes entraron en una corriente de sobre productividad y check-list, en la que hacer todo el tiempo fue su manera de afrontamiento y resolución. Sí, cada caso es diferente.
A algunas personas las agarró ‘bien paradas’, con mucha capacidad de adaptación y con
recursos (cognitivos, herramientas, materiales, entre otros, para cada quien distinto también) y esas personas pudieron surfear esta ola de ‘sorpresa’ más armoniosamente. Y hubo otras personas que, ya sea por cuestiones personales, familiares, laborales, económicas, realmente fueron muy golpeadas y hoy están en el trabajo de reconstruirse.
No podemos dejar afuera la cuestión sanitaria general y menos aún lo emocional, por los
duelos que tuvieron que vivirse y que aún se viven. Estas pérdidas también son inesperadas y necesitan de a poco ser puestas en palabra.
Sí, sabemos que esto también va a pasar. Como todo, pero no sin marcas y sin movimiento.
Intentemos tomar la experiencia que tuvimos y que aún tenemos y convertirla en algo bueno para nosotros, como por ejemplo identificar qué necesitamos trabajar y fortalecer en distintos aspectos para estar más preparados: ¿el manejo de mis emociones?, ¿mis hábitos?, ¿herramientas laborales?, ¿tener un fondo de emergencia?, ¿aprender a escucharme?. Sí, nuevamente, para cada uno es distinto.
Pero para todos es importante felicitarnos y reconocernos por aquello que afrontamos sin
importar si nos salió mejor o peor, vale el esfuerzo. Y agradecer, aunque sea algo chiquito,
porque agradecer nos ayuda a poner el foco en aquello que ‘sí’, y nos ayuda en los procesos, a crecer y avanzar.
Lic. María Constanza Alaye
MP 9271
IG @psi_constanzaalaye