*Por Jazmín Gulí
Si bien San Valentín es una fecha comercial, nadie es indiferente ante las publicidades que nos llaman la atención sobre el tema de la pareja y el amor en sí.
Estar enamorado es un estado de exaltación en el que vivimos expandidos, vemos al otro como perfecto, la conciencia sufre una ampliación, se acelera el ritmo del corazón, mariposas aparecen en el estómago, alegría, pensamiento recurrente, se altera la percepción del tiempo y más, según la persona.
La neurología nos advierte que un estado semejante no puede perdurar ya que sería perjudicial para la salud. Sin embargo, nos encanta. Sí, es muy parecido al encantamiento y es cuando la relación se estabiliza que nos vamos encaminando al amor.
Todas las parejas sueñan con perdurar y con la idea que la bendición de estar en-amor junto con otro representa una fuente inagotable, proveedora de todo lo necesario para sobrellevar los inconvenientes que seguramente nos toque atravesar.
¿Qué es realmente lo que está en manos de los protagonistas?
En primer lugar, reconocer que cada relación de amor es un milagro, por lo tanto nos trasciende y se trata de una experiencia religiosa (se reúne lo que estaba separado). Como tal, vamos a considerar a la pareja como una entidad viva. De esta manera, no solo nos brindamos a ella sino que también la tomamos a nuestro cuidado y nos ocupamos de nutrirla
Otra clave fundamental es el equilibrio. Es uno de los Órdenes del Amor que reveló el creador de las Constelaciones Familiares, el terapeuta alemán Bert Hellinger (1925-2019), barriendo el concepto de dar sin esperar nada a cambio. Claro, cuando damos, damos. Al decir de Fito Páez, dar es dar. No especulamos con la retribución.
El tema es que para que el amor fructifique, es indispensable este orden. Equilibrio entre el dar y el tomar. Si hay uno que desea más o está más enamorado, tiene que moderarse hasta alcanzar un quantum semejante al de la pareja. Esto se aplica a todos los ámbitos de la relación: llamadas, disponibilidad, gastos, regalos, propuestas. Es necesaria la paridad, ninguno es más que el otro.
Es que si una de las partes puede tomar tanto y no siente el impulso de dar igual o más, se produce un profundo desequilibrio, afectando al amor ya que quien no se pone a tono va quedando pequeño y endeudado.
El descubrimiento de los Órdenes del Amor nos despierta a la realidad: en la pareja es saludable seguir los senderos por los que el amor circula, así sigue fluyendo y prosperando. El buen amor se desarrolla en su cauce.
El equilibrio entre pares es fundamental. Cuando recibo y tomo lo que me das, siento alegría y ganas de darte, más también. Así la esfera del amor va pasando de uno al otro, haciéndose cada vez más grande.
Otras claves:
- La relación ofrece sentido de pertenencia.
- Reconocer relaciones anteriores con respeto, especialmente donde hubo hijos.
- Respeto al origen familiar, propio y del otro.
- No esperar que mi pareja me haga feliz.
- Mayor necesidad, menos amor.
- El control es el único opuesto del amor.
- Nutrir el sí mismo.
- El mal también se devuelve pero, a diferencia del bien, en menor medida.
- Dialogar con franqueza.
- Dominio, posesión y ejercicio del poder no son indicios de amor. El poder es el del amor.
- Brindarse el uno al otro y juntos a la entidad pareja.
- Pedir ayuda terapéutica cuando los enredos nos alejan de la benevolencia.
Para quienes hoy no están en pareja ¿no hay amor? Sí, el amor nos traspasa a todos y todos podemos transitar en su corriente, sentir la vibración y entregarnos a ella. La vida es vida porque es amor.
Recordá que todos llevamos dentro una pareja, somos sus hijos. Vivir en amor, hacer pareja con la existencia.
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