Quería tomarme unas semanas de relax, lejos de todo y no lograba definir mi destino. Sabía que necesitaba un lugar tranquilo, donde pudiera descansar y solo se me ocurrían playas. Mi alma de viajera no me permite tirarme una semana completa en una playa, necesito andar, conocer y descubrir. Entonces pensé que nunca había hecho safaris y esta era una buena oportunidad: Tanzania, ¿por qué no?
La migración de animales entre Kenia y Tanzania es en el mes de abril. Es el atractivo principal pero igualmente tenía recomendaciones de visitar el resto de los parque y reservas, al otro lado del Kilimanjaro. Así fue que lo hice, pasajes a Dar es Salam y de ahí a cada campamento.
Los campamentos en Tanzania están manejados casi totalmente por italianos, con lo cual las comodidades de las carpas, la comida y el trato de la gente son excelentes. Se pueden hacer safaris a pie, en bote o en 4×4, de medio día o día entero. Todo se organiza durante la cena y cada visitante elige su programa para el día siguiente. El cuidado de los viajeros está en manos de tanzanos, o mejor dicho, de masáis que es como se llama a la gente de los pueblos originarios más antiguos de estas latitudes. Los masáis son personas muy amigables, siempre tienen una sonrisa dibujada en sus caras y un hakuna matata (no hay problemas) entre sus labios que invitan a relajar y disfrutar de las maravillas de su país. Tienen mucha conexión con los animales, y se convierten en los “guardaespaldas” de los huéspedes, porque, al estar en medio de la sabana, no está permitido andar solo por los alrededores del campamento.
En Tanzania realmente se convive con la vida salvaje, se descubren los hábitos de los animales, se respeta la tierra, se protegen las culturas. En la inmensidad de la noche, con su silencio y el brillo de la luna, uno se duerme entre aullidos de hienas, corridas de hipopótamos, sonidos de follajes devorados por elefantes y algún grito en la oscuridad por una víctima a punto de ser devorada por su depredador. Así es la selva africana.
La historia de esta foto
Para una jornada específica elegí un safari de día completo, por lo que madrugamos, cargamos la comida para el almuerzo y salimos con el sol apenas apareciendo tímidamente.
La realidad es que cuando uno pasa tantos días en Selous, empieza a perderse la sorpresa por los animales, ya que se ven a lo largo de todos los caminos de los parques. Hay jirafas (símbolo nacional de Tanzania), impalas, cebras, elefantes, ñus, todos son parte del paisaje.
Sin embargo, esa mañana nos detuvimos a observar unas hienas y -sin darnos cuenta- un par de cebras estaban observándonos a nosotros. Las cebras son animales asustadizos, que huyen en cuanto ven algo diferente, pero en esa oportunidad nos estaban mirando.
Mientras el resto del grupo de viajeros seguía en detalle los movimientos de las hienas,
lentamente giré hacia las especies rayadas. Eran solamente seis, pero una de ellas me miraba fijamente (o al menos eso notaba). Insisto: es raro que una cebra permanezca mucho tiempo delante tuyo y a poca distancia. Fue tan rara la conexión con ese animal que parecía una mirada humana. Fueron quizás cinco minutos en los que ninguna de las dos desvió la mirada. Luego, como era de esperar, comenzó a irse. Por suerte, ya la había fotografiado. Sin saber que faltaba la mejor toma.
Lo más extraño de esta experiencia fue que después de dar unos cinco pasos, la cebra giró
para regalarme su última mirada. En ese instante la retraté en mi cámara y en mis pupilas,
para siempre.
La conexión fue tal que ni el animal ni yo reparamos en estar rodeados por otras especies, en el silencio de la sabana y el calor del sol africano.
GUDALUPE PRIETO
Con una pulsión latente desde siempre, su pasión por viajar, decidió cambiar la rutina para emprender la aventura de conocer, hasta el momento, a más de 40 países. De profesión contadora, tuvo una carrera laboral desafiante, ocupó diferentes cargos ejecutivos y con una formación constante a través de posgrados nacionales e internacionales. A principios de este año decidió “patear el tablero”, dejó la gerencia administrativa de Colcar para cumplir el anhelo de “vivir viajando”. Comparte su experiencia diaria como “descubridora del mundo” desde la fotografía, otro de sus hobbies, en Instagram y Facebook.
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