Javier Rodríguez es una de las estrellas en la escena gastronómica local. Santiagueño de
nacimiento, pero de raigambre cordobesa por parte materna, este joven chef es el alma de EL PAPAGAYO, un resto que se gestó en el Hotel Azur Real, se nutrió de mundo y llegó a la zona de tribunales para destacarse tanto por su arquitectura, como por su propuesta de excelencia.
Por: Santiago Aguirre
¿De dónde surge tu vocación de chef?
No sé, la verdad (risas). No he tenido ni una abuela ni un padre cocineros… Siempre me gustó mucho la comida, aunque no tanto el hecho particular de cocinar. En mi casa se
comía bien, pero no éramos lo que se dice sibaritas. Pero también siempre me ha gustado el servicio, lo “manual” y lo estético, trabajar de manera creativa y con las manos.
¿Cuándo fue entonces que dijiste “yo quiero ser chef”?
Bueno, empecé con el gusto por la comida y luego, a los 15 años, comencé a cocinar cada vez más. Después, decidí estudiar cocina y, al mismo tiempo, abogacía, en la Universidad Nacional de Córdoba. A los 19 años tuve mi primer trabajo como cocinero. Además, hice una larga pasantía en el hotel Sheraton, acá en Argentina, pero trabajé principalmente en el exterior. Siempre se me dio por viajar mucho y también me llamaban para eventos, por ejemplo desde España. Unos años más tarde me recibí de abogado, pero nunca ejercí y me fui a vivir afuera.
¿A qué te referís con exterior? ¿A qué parte?
A Perú, primero. Luego, estuve en Singapur, Australia y Dinamarca en algunos restaurantes de mucho prestigio, pero permanentemente aprendiendo. Después volví a Argentina con algunos proyectos en mente y abrí El Papagayo. Además de aprendiz, soy consultor: armo y asesoro proyectos de Chile, Asia, Estados Unidos, Inglaterra y Argentina.
¿Y por qué Singapur?
Porque el arquitecto del lugar donde abrimos El Papagayo es amigo de mi viejo y siempre nos decía que allá había mucha plata y también mucha gastronomía.
¿Hay alguna relación entre la escuela de Singapur y la manera de armar tus platos acá?
No, no hacemos ningún tipo de comida asiática. Al principio, cuando llegué de viaje, sí
hacíamos, pero fue un corto tiempo, después lo dejé. Muy por el contrario, estoy tratando de cocinar comida de origen no tan lejano, pero tampoco que sea toda local porque, habiendo tanta variedad y tantas opciones, no tiene mucho sentido. Lo que tratamos es que haya un plato totalmente regional, incluso con la vajilla realizada acá.
Por cierto, nos comentaron que un ceramista local elaboró la vajilla también.
Sí, un ceramista local nos hizo la vajilla. Y, a partir de ahora, está hecha con arcilla y con el
logo grabado.
¿Cada cuánto cambian la carta?
Combiamos todas las semanas. Esta semana, por ejemplo, variamos tres platos: carnes,
solomillo y coliflor o trufas.
¿Cómo es el laboratorio donde hacen las pruebas?
No hay laboratorio. Sí tenemos algunos parámetros, pero usamos un poco a los clientes
como conejillos de Indias. Improvisamos mucho.
¿La carta suele ser estricta o se puede solicitar otra opción?
Sí, se puede pedir. A veces vienen vegetarianos o celíacos, por lo que siempre tenemos algo para ofrecer en caso de que alguien tenga alguna dieta restringida.
¿Cómo es el paladar del cordobés?
Está cambiando bastante. En nuestro caso, creo que la gente va a probar, un poco a ciegas. Hemos logrado que confíen en que vamos ofrecer buena comida, entonces nunca decimos el menú del día hasta que llegan al lugar. Por suerte, hemos generado esa confianza. Los comensales de acá suelen tener un paladar muy exigente, pero, si las cosas están bien hechas, se dan cuenta. Además, les gustan las nuevas propuestas.
Les gusta el lugar…
Sí, el lugar y la atención. A la gente le sorprende que haya un lugar en donde todos se ponen las pilas. Recibimos clientes que vienen una vez por mes, con regularidad. Esos son más o menos la mitad. De la otra mitad, el 25 % son turistas y el otro 25 % viene por primera y única vez.
¿Qué comidas podrías resaltar?
No te podría decir un plato, pero hay dos que casi no cambiamos nunca. Uno es muy simple que hacemos con huevo, arrope de chañar y crema ácida; y el otro es un postre, un helado con café con el agregado de una mousse de calabaza que hacemos al rescoldo. Ese es otro plato típico que no cambiamos nunca.
Javier Rodríguez experiencia
Entre otros muchos restaurantes en los cuales Javier hizo stage, se destacan Viajante en Londres, PS Café en Singapur, Noma en Copenhague, Tetsuya’s en Sidney y República y El Papagayo en Córdoba. Estos están entre los preferidos.
La carta de El Papagayo
Es una cocina de autor en donde se le da mucha importancia a los colores, a las texturas y a los sabores nuevos, con cartas que varían permanentemente.
El lugar
El Papagayo queda en un angosto espacio de la calle Arturo M. Bas, que que solía ser un antiguo pasillo de servidumbre dentro de la manzana. Conserva muros de ladrillo que datan de 1870 y se destaca una imponente instalación en cerámica, obra del artista Santiago Lena, que corona el techo del restó. La vajilla, del mismo material, también fue creada por el artista.
Ubicación:
Arturo M. Bas 69, Córdoba
Tel. 0351 4258689
Fb: @ElPapagayoRestaurant
E-mail: [email protected]
Horarios de atención: lunes a viernes de 12:00 a 16:00 h.
Jueves, viernes y sábados también para cenar.