Los argentinos nos llevamos el primer puesto en el consumo de sal y lo peor de todo es que lo hacemos sin darnos cuenta. Así es. Los principales alimentos que contienen sal oculta son los envasados e industrializados, panificados, galletitas saladas y dulces, golosinas y tortas, además de los quesos, incluso los que llevan el símbolo light en sus envases. Debemos tener cuidado al elegir alimentos que impresionan por ser saludables o de bajas calorías, dado que muchas veces se reemplaza la reducción de hidratos de carbono por sal para saborizarlos. Se calcula que entre el 65% y el 70% de la sal que se consume proviene de dichos alimentos y no lo sabemos.
Y este consumo excesivo de sodio es el principal factor de riesgo en la población de hipertensión, una enfermedad que constituye la principal causa de muerte prematura y la
segunda de discapacidad por enfermedades no transmisibles como el infarto, los accidentes cerebro vasculares y las enfermedades renales.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no consumir más de seis (6) gramos de sal al día. Sin embargo, el consumo promedio de la Argentina es de 11 gr/día, el doble de lo recomendado, posicionándola entre los países con mayor consumo de sal de América.
Es importante apostar a las nuevas generaciones, que los padres puedan acompañar a sus hijos en la incorporación de hábitos saludables para que los niños de hoy puedan ser los adultos sanos del mañana. Una alimentación con alto contenido de sodio puede provocar presión arterial elevada en niños y adolescentes y esto puede desencadenar hipertensión en la edad adulta. Además, la asociación entre la ingesta de sodio y el riesgo de hipertensión parece ser más fuerte entre los niños que tienen sobrepeso u obesidad. En este mismo grupo se observa que el sodio que consumen está relacionado con alimentos que presentan un riesgo adicional de obesidad, como las bebidas gaseosas y los alimentos procesados ricos en sodio. Es importante tener en cuenta que más del 70% de la ingesta de sodio proviene de alimentos procesados como panificados (pan, galletitas dulces y saladas, medialunas, facturas, tortas, budines y pizza), embutidos, enlatados, congelados, quesos, caldos, sopas e incluso el agua mineral tiene sodio; de esto se desprende también la importancia de poder leer y comprender las etiquetas nutricionales de los alimentos.
Enfocarnos en los más chicos permite generar hábitos más saludables de forma más fácil. Se recomienda evitar el agregado de sal a los alimentos desde que el bebé comienza a comer a partir de los 6 meses, ya que el contenido natural de sodio de los alimentos es suficiente para satisfacer las necesidades del cuerpo, y permite que el paladar aprenda a disfrutar los sabores naturales.