*Especial, por Georgina Sticco, directora y co-fundadora de Grow-género y trabajo
El 23 de mayo se conmemora el Día internacional del fútbol femenino, una fecha que desde su origen tiene dos grandes objetivos: generar conciencia y promover la inversión. Estos dos temas van de la mano: en general la excusa para no invertir es que “nadie lo ve”, y si no se promueve la visualización de este deporte, esto no cambiará. Desde Grow-género y trabajo reflexionamos sobre la importancia de esta fecha.
Un interés ¿nuevo?
Las mujeres han estado interesadas en el fútbol casi desde los orígenes de este deporte. Si se considera a 1863 el inicio del juego, en Inglaterra, la primera competencia internacional entre equipos femeninos data de 1881 en Edimburgo, entre Escocia e Inglaterra.
Pero a los varones les incomodó que las mujeres practicaran un deporte que se pensaba de “caballeros”, y el fútbol femenino fue explícitamente prohibido en países como Alemania, Brasil o Inglaterra, durante más de 60 años, con la justificación de que no se consideraba “apropiado” para ellas. No fue hasta bien entrada la década de 1970 que la prohibición dejó de existir, y recién en la década del ‘90 las mujeres tuvieron la oportunidad de sumarse a competencias como los JJOO o el Campeonato Mundial.
Con lo cual, solo en los últimos 30 años es que realmente se le ha dado al fútbol femenino una oportunidad, más o menos real, de posicionarse. Y en estos años, queda claro que aquello que más impacta en el desarrollo del fútbol femenino son políticas públicas integrales con el fin de promover el interés general en el deporte, aumentar la participación y la cobertura de los medios.
La importancia de la inversión
Ejemplo de una política transformadora es el Título IX en Estados Unidos, de 1972, que obligó a las universidades a invertir en todos los deportes de forma igualitaria. El fútbol femenino fue uno de los principales beneficiarios: recibió becas y fondos de infraestructura destinados a compensar la brecha con los apoyos que las universidades brindaban a sus programas de fútbol americano masculino. Y la participación de las mujeres no se concibió como un espacio de disputa, porque los varones no lo preferían frente a otros deportes. No es casual entonces, que la selección femenina de EE.UU sea la que mayor cantidad de copas del mundo ganó (4 en total).
Por otro lado, el aumento de los últimos años en cantidad de espectadores en todas las plataformas, ha demostrado que invertir en el fútbol femenino es un gran negocio. Según el Presidente de la FIFA, el mundial del 2019 “fue un fenómeno cultural que atrajo la atención de los medios de comunicación como nunca y ofreció una plataforma destacada que permitió el desarrollo del fútbol femenino” (FIFA, 2019). Lo interesante es que este evento demostró que si se promueve y se retransmite fútbol a nivel mundial, hay un público interesado. Recordemos que este evento superó en el 2019 el objetivo de los 1000 millones de espectadores, y el 2023 rompió todas las expectativas: tuvo un aumento del 76% en espectadores en comparación con el 2019 (Infobae, 2023).
A pesar de estos avances, hay muchas materias pendientes. Sigue faltando inversión, no se define quién lo debe hacer, y mientras tanto, casi el 50% de las jugadoras profesionales no recibe un sueldo. Es más, el 87% de las futbolistas deja de practicar el deporte antes de cumplir los 25 años, con el fin de dedicarse a un trabajo remunerado (FIFPRO, 2017). Es decir que las futbolistas terminan sus carreras antes de llegar a su mejor desarrollo. Esto en un contexto de mucha violencia: tanto dentro como fuera de la cancha.
Desde Grow-género y trabajo, apostamos a que se siga visibilizando el fútbol femenino, e invirtiendo en él, para construir un deporte con igualdad de oportunidades. En palabras de Aitana Bonmati, ganadora del globo de oro 2023, las futbolistas mujeres tienen una triple carga: ser buenas atletas, luchar por sus derechos dentro de la cancha y “conseguir un mundo mejor, más pacifico y justo”. Mucho, ¿no?