Van y vienen repartiendo el día entre las obligaciones laborales y las actividades de sus
hijos; muchas veces deseando que el día tenga más de 24 horas.
En un mundo donde la inmediatez y la tecnología parecieran haber ganado la batalla,
ellas buscan esos espacios de calma necesarios para compartir juegos y aprenden la
difícil tarea de educar a sus hijos en el buen uso de la tecnología.
Sin culpas vinculadas a las horas que pasan alejadas de ellos (lo importante es la
calidad y no la cantidad del tiempo compartido, dicen casi al unísono), señalan la
importancia de la red de contención que conforman compañeros, abuelos y hasta tíos,
a la hora de lograr el equilibrio que supone ser una mamá trabajadora.
Por Guillermina Delupi
Las mamás también sueñan y proyectan
A Natalia Bula (mamá de Adolfina -5- y Catalina -9-, casada, abogada y socia gerente
de Mannequins) la maternidad la obligó a llevar una agenda más ordenada para congeniar el trabajo y la crianza de sus pequeñas. “Tengo tiempos para cada una: mi empresa y mi familia. Mis hijas me reconocen trabajando desde muy pequeñas; incluso las llevo a mi trabajo cuando el tiempo me lo permite; les doy actividades y las involucro desde lo lúdico. Ellas respetan ese tiempo y lo valoran”, cuenta.
A la hora de pensar en los desafíos de ser madres hoy, Natalia hace hincapié en la calidad del tiempo. También en la escucha y en el diálogo: “No nos tenemos que olvidar que muchas veces enseñamos en silencio, con nuestros actos o conductas hacia otras personas; los niños son receptivos y suelen ‘copiar’ estas acciones que para nosotros son imperceptibles. La coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos es la clave de los valores”.
Natalia reconoce que no le pesan los mandatos sociales y que la maternidad también fue una elección de vida: “Humildemente, al término ‘mamá-mujer’ lo considero vintage. Cualquiera sea el género, todas las personas podemos dar amor y educar a otras sin olvidarnos que somos seres únicos”.
En una sociedad donde las transformaciones son permanentes, el gran desafío es estar alerta: “Creo que hay que reinventarse sin perder los valores. Ser mamá hoy es una
responsabilidad enorme y podemos cometer miles de errores en el camino o quizás no,
pero el reclamo siempre en algún momento estará, ¿quién alguna vez no le reclamó
algo a su madre?”.
A diferencia de épocas pasadas, asegura que las madres han ganado hoy en diálogo con sus hijos: “Mi madre me contaba que determinados temas no se podían hablar con los
niños. Hoy los chicos necesitan estar informados y que les hablemos con la verdad.
Creo que muchos prejuicios se han dejado de lado. Los niños, ante muchos razonamientos, resultan más prácticos y lógicos que los adultos. Ellos nos enseñan”.
Como una gran mayoría de mamás, Natalia aprendió a manejar la culpa. “No soy una madre culposa de trabajar, todo lo contrario, mis hijas saben que tengo mis tiempos
para ellas y para mi trabajo, que tengo sueños, proyectos, que a veces me puede ir mal,
otras muy bien, que río, que lloro, que soy un ser igual que ellas, perfecta imperfecta,
que no deja de soñar y luchar por los sueños. Considero que es uno de los mejores
ejemplos de amor que hoy les puedo dar”.