Sin entender del todo en qué momento… llegamos a fin de año. Época siempre intensa que, en esta ocasión en particular, nos encuentra cansados y algo desorientados. Empezamos a transitar los últimos días de un año agotador, año que nos mantuvo resistiendo y con la guardia alta constantemente. Año atravesado de cabo a rabo por incertidumbre, ansiedad y angustia. Estamos llegando, mientras seguimos intentando y logrando. Del modo que salió, de la forma en que nos dio el cuerpo, los recursos y la energía.
Estamos culminando y los balances se vuelven casi inevitables. Es fundamental poder mirar y valorar de manera amorosa, con nosotros mismos. Empezamos el 2020 con la cartera llena de sueños renovados, a tope de nuevos proyectos y ganas mientras inaugurábamos década. Marzo nos sopapeó, convirtiendo la motivación en frustración al ver que cambiar de planes era inevitable. Llega diciembre y es clave poder construir (o seguir haciéndolo) una mirada saludable, que nos permita pensar que los parámetros de éxito de este año que finaliza corresponden a un escenario inédito, con variables que nos excedieron por los cuatro costados.
Creo firmemente que haber logrado ser ‘exitosos’ este año lejos, muy lejos, está de haber tachado objetivos escritos en una lista del 1 de enero. Si la mirada es esa, vamos a frustrarnos, angustiarnos y enojarnos indefectiblemente. El éxito en este pack de 12 meses, llamado 2020, tiene que ver con haber podido flexibilizar estructuras, con haber logrado –dentro de las características de cada uno- conectar con nosotros mismos y perder el control sobre muchas cosas.
Haber sido exitosos este año tiene que ver con haber podido adaptarnos a situaciones de película de ciencia ficción de la noche a la mañana, con haber logrado ‘encontrarle la vuelta’ nada más (ni nada menos), que a redefinir la vida entera. Haberlo ‘logrado’ en los balances de este último tramo, se relaciona con haber tenido la valentía de enfrentar a nuestros demonios más oscuros que estuvieron al salto por un bizcocho. Tiene que ver con haber extrañado, temido, llorado, adaptado… todo eso de forma consciente. Sin hacernos los sonsos, ni mirar para otro lado.
Celebremos. No como quisiéramos, no como sabemos hacerlo pero celebremos. Celebremos mientras nos damos las gracias con amor por la fortaleza, por el amor a la vida, por poder renovar ilusiones y esperanzas. Celebremos porque la vida nos da la oportunidad de poder, de nuevo.
Felices Fiestas.
María Eugenia Bruno – Lic en Psicología MP8242
IG. @psicologa_maria_bruno