Por María Ester Romero / Fotos: Federico Rodríguez B.
Es vocal del Tribunal Superior de Justicia y desde este año preside la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina (Amja), que tiene más de 1.100 socias en todo el país. Ingresó en 1975 al Poder Judicial, donde desempeñó diferentes funciones y cargos hasta que llegó al máximo tribunal provincial en 1995.
Es doctora en Derecho y Ciencias Sociales, egresó de la Universidad Nacional de Córdoba donde también es docente por concurso. Ha escrito numerosas publicaciones. Es una jurista de reconocida trayectoria.
–¿Cuándo y cómo despertó el deseo de estudiar Derecho?
–Cuando iba al secundario me preguntaron qué carrera iba a seguir y respondí: ‘Historia o Abogacía’. Y aquella persona me dijo ‘No estudies Abogacía’. Será por porfiada que terminé estudiando eso.
–¿Cómo transcurrió esa etapa en la facultad?
–Me tocó una época difícil. Yo empecé en el ‘75, era un momento complejo y al año siguiente fue el golpe militar. Fue una facultad silenciosa en la que, sin embargo, hice amigos entrañables, un grupo muy potente. Allí estaban –y seguimos estando cerca– Guillermo Barrera (actual decano de la Facultad de Derecho de la UNC), Delia Ferreyra Rubio (actual presidenta de Transparencia Internacional), y otros.
–¿Por qué optó por la carrera judicial?
–Creo que yo no serviría para el ejercicio de la profesión. Me identifico con ser juez. No me veo litigando un caso, ni tampoco siendo fiscal. Me veo en el lugar donde estuve siempre.
–¿Qué es lo más difícil de ejercer la magistratura?
–Cuando entré a tribunales me pregunta- ron dónde quería estar y dije que prefería un Juzgado Penal. Me dijeron “no”. Cuando me recibí, a los que tenían promedios destacados los ascendían. Entonces yo pensé que me promoverían a un juzgado penal. Y no sucedió, fui a un juzgado semejante, pero de otro fuero. Y cuando me ascendieron a secretaria tampoco. En aquella época no era fácil para una mujer ir al fuero penal.
–¿Por qué?
–Era algo cultural. A las mujeres se las asociaba con los fueros de Menores o el Civil. Las mujeres no teníamos que estar en la Justicia Penal. No era adecuado para nosotras. Ese era el pensamiento.
–Usted suele decir que “hay que juzgar con perspectiva de género”. ¿Qué significa?
–Es algo imprescindible para hacer justicia. Es visibilizar una situación de desigualdad real. Hay muchas cosas que no se ven. El conflicto no se ve con todos sus elementos. Solo se ve una parte. Hay situaciones que quedan ocultas, si no se tiene esta visión. Es propio de la perspectiva de género hacer visible lo que no está. Mire qué pasaba con los femicidios. Antes, eran relata- dos como un crimen pasional o como una muerte en circunstancias que no se pudieron establecer. ¿Y qué es un femicidio? La perspectiva de género ayuda a com- prenderlo. No es cualquier muerte de una mujer a manos de un varón. Sino que tiene un contenido especial así muchas situaciones pueden ser visibilizadas por la perspectiva de género; como por ejemplo la restricción en los empleos, las dificultades para acceder a cargos de poder, o en la política, para llegar a los espacios de decisión.
–¿Como es un día de Aída Tarditti?
–Me levanto temprano. Me gusta comenzar el día lentamente. Mientras desayuno, leo por lo general el diario del día anterior. Y luego comienzo mi trabajo. Hasta las 5 de la tarde estoy en tribunales. Después vuelvo de mi trabajo judicial, generalmente me ocupo de tareas pendientes de la facultad o de las mujeres jueces argentinas. También paseo el perro de mi hermana, terminando el día. Ese paseo permite, en un lugar anónimo donde vivo como es el centro de la ciudad, el conocimiento de la vecindad.
–¿Cuál es el aporte de Amja?
–No podemos quejarnos, como los políticos, de la herencia que recibimos porque se realizó una gestión fantástica. Vamos a continuar posicionando a Amja como un actor en políticas públicas hacia la paridad real. Todavía hay que luchar bastante por el techo de cristal. Hay cortes de provincia que no tienen ni una mujer en su integración. Vamos por más mujeres en la Justicia. También buscamos profesionalizar la capacitación y continuar con los convenios con el sector corporativo. Por ejemplo, están capacitando a empresas petroleras ligadas a Vaca Muerta sobre violencia y prostitución. Nuestra mirada también está sobre las mujeres más vulnerables, las trabajadoras invisibilizadas. ¡Cuántas hay trabajando! No se mira ese trabajo, ni cuánto contribuyen al desarrollo sustentable y al medio ambiente.
–¿Qué significó intervenir en una causa de gran transcendencia social como la del aborto no punible?
–Debido a este pleito en Córdoba estuvo suspendido durante muchos años el protocolo del aborto no punible, a pesar de que tenemos una disposición del Código (Penal) desde 1921 y una interpretación de esa disposición por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que es el máximo intérprete. Creo que haber resuelto ese fallo significa un paso adelante en lo que es la salud de las mujeres que llegan a esta dramática decisión, por un conflicto que no fue ni siquiera procurado por ellas. Son verdaderas víctimas y sin embargo fueron instrumentalizadas para discutir la legalidad de un protocolo que tiene basamento en un fallo de la Corte.
–¿Qué mensaje inspirador nos deja?
–Vivimos un tiempo fantástico. Nuestros derechos están sobre la agenda. Chicas, aprovechemos el momento.