Por María José “Cheche” Caudana / @chechecaudana
Para ella trabajar en la gestión pública ha sido siempre la forma de colaborar para hacerle la vida más fácil a la gente. Abogada, mamá de tres y abuela de cuatro, durante toda su vida tuvo la complicada tarea de organizar la vida familiar para hacerle frente a un trabajo que requería viajes constantes y arduas jornadas laborales. Investigadora y asesora técnica de diversos organismos, actualmente Alejandra Torres es Secretaria de Planeamiento, Modernización y Relaciones Internacionales de la Municipalidad de Córdoba y su objetivo es poner al Estado al servicio del ciudadano.
Mano a mano con la incansable Alejandra Torres, otra de nuestras mujeres homenajeadas
–Llevás mucho tiempo trabajando en la gestión pública. ¿Qué es lo que más te motiva y moviliza a la hora de llevar adelante tu tarea?
–Trabajo en la gestión pública porque tengo pasión por mejorar la vida de la gente. No por una cuestión filantrópica, sino porque sé que de esa forma mejora la vida mía, la de mi familia y la de quienes me rodean. Me obsesiona trabajar para que todos vivamos un poco mejor.
Yo hoy estoy donde estoy, porque hace ya un tiempo tomé la decisión de dejar mi trabajo en tribunales, donde había estado durante ocho años, por una injusticia. Yo consideraba que había una acción que había sido injusta conmigo y eso me cambió la vida. Creo, de hecho, que me marcó el camino a seguir. No soporto las injusticias y por eso ahora trabajo de algún modo para lograr la equidad, que cada uno pueda tener oportunidades.
–¿A nivel profesional, cuáles son las tareas que sentís que más te marcaron ?
–En cuanto a las tareas que he llevado adelante, mi trabajo en los países de Centroamérica me marcaron mucho; países muy pobres donde trabajé en procesos para mejorar la vida de la gente, sobre todo en educación. Eso fue muy fuerte porque pude ver el dolor de manera muy cercana, situaciones muy desventajosas para un cualquier ser humano. Trabajé en Honduras, en República Dominicana, en Nicaragua –me impactó su terrible pobreza–, en El Salvador…
Y otro de los trabajos que marcaron mi vida fue el que realicé con el expresidente José Mujica en Uruguay. Allí reformulé todos los procesos en materia de educación y vi como ese país se encaminaba a ser uno de los nueve países digitales. Hoy Uruguay es uno de los estados más avanzados en materia de modernización digital.
–Y ahora, tu tarea involucra a todos los cordobeses…
–Ahora estoy llevando adelante lo que hacía en la Provincia: revisar los procesos de modernización, discutirlos y ajustarlos al momento actual, que es muy diferente al de épocas anteriores. Mi tarea consiste en hacer los procesos más ágiles y simples y en el caso de la municipalidad, lograr que los vecinos puedan solicitar y hacer sus trámites sin que sea una tortura, que deje de ser un dolor de cabeza.
–Ser mujer en este ambiente no debe haber sido nada fácil. Contame cómo lo manejaste en tus inicios y cómo organizabas tu día a día…
–Toda mi vida tuve la responsabilidad de llevar el ingreso a la familia, así que la función de planificar los roles familiares y laborales es un dato en mi vida. Lo tuve que hacer desde siempre. Lo que intenté siempre fue dedicarle calidad de tiempo a mis hijos. Uno tiene que detectar qué cosas son importantes para los hijos, padres, hermanos y en esos hechos estar presentes. Por ejemplo, cuando llegaba de viajes largos, me disponía exclusivamente a escucharlos, atenderlos, hacerlos sentir que su mamá, cuando regresaba, estaba para ellos plenamente, no haciendo varias cosas a la vez. Nunca llevé un problema familiar a mi trabajo. Es muy importante que la mujer que se dispone a trabajar organice muy bien el ámbito familiar. Porque tenes que estar de algún modo, aunque no estés presente.
En cuanto a mi labor, estar en el campo de la política para una mujer es muy difícil. El trabajo en sí es masculino, hay reuniones en horarios complicados, hasta largas horas de la noche, pero yo tuve siempre un objetivo claro y una consigna en mi vida: sabía qué quería ser. Y pensé que para hacerlo tenía que estudiar mucho. Tenía que ser la mejor. Mostrar que, independientemente del género, yo era la mejor en el campo de lo que estaba abocada a hacer en la gestión pública.
–Y en medio de tu crecimiento laboral tuviste que afrontar una situación personal muy complicada: la dura enfermedad de tu marido…
–Convivir con un enfermo de ELA, que es la enfermedad que tuvo mi marido, fue muy difícil. Pero mi formación hizo que yo también planificara cómo teníamos que organizarnos para hacerle la vida más llevadera a él y a mis hijos. Y busqué entonces darle calidad de vida, aunque sabía que la cantidad de tiempo iba a ser muy limitado. Eso me marcó mucho porque me di cuenta que en la medida en que uno esté unido en la familia todo se puede. En el ámbito laboral yo conformo muy buenos equipos y sé que puedo descansar en ellos para hacer un montón de cosas. En el ámbito familiar conformé un gran equipo con mis hijos, con mis hermanos, con la famosa “Sarita” que siempre me ayudó en la crianza de los chicos y en la tarea doméstica. Estas duras situaciones me marcaron para darme cuenta que todo puede cambiar de un momento a otro y que las cosas no son como suceden, sino como uno las enfrenta.
–Pero afortunadamente el amor volvió a hacerse presente en tu vida, y tuvo que ver con el ambiente laboral…(Alejandra es pareja de Osvaldo Giordano, ministro de Finanzas de la Provincia).
–Sí, tiene que ver con el ambiente laboral y tiene que ver con compartir, que es una parte esencial de mi vida… y de hecho con Osvaldo nos conocimos así, trabajando. Compartir el día a día laboral con alguien que te entiende, que tiene la misma lógica, que pertenece al mismo mundo, es súper interesante. Pero también compartimos lo familiar, a pesar de que tenemos una relación muy especial porque no vivimos juntos. Cuando comenzamos nuestro vínculo de pareja, hace más de 13 años, tomamos la decisión de no convivir todos los días en un mismo hogar porque teníamos hijos relativamente chicos, cada uno tenía su historia, su crianza, sus costumbres y pensábamos que quizás la convivencia podía generar más problemas que soluciones. Por eso, y con la idea de mantener los hogares con la lógica que con la que venían funcionando, decidimos vivir en casas separadas pero con una hermosa comunicación. Hoy por hoy, aunque físicamente no nos vemos a diario , compartimos sueños, proyectos, ideales y una gran familia.
–El día que dejes esta profesión, cuando digas ‘me jubilo de todo’, ¿qué te gustaría hacer?
–Yo ya tengo mi proyecto, mis hijos se ríen mucho, pero me encantaría tener mi propia bodega. Tener un viñedo, trabajarlo, procesar la uva, hacer el embotellado y vender los vinos. Es algo que me apasiona y ya estoy buscando el terreno. Yo tengo una casita en Los Reartes que estoy ampliando porque sueño que ahí voy a plantar mis primeros viñedos.
–Y cuando llegás a tu casa y decís ‘me tomo una copita de vino’, ¿cuál nunca falta?
–El cabernet sauvignon, obviamente.
–Para cerrar… ¿Qué legado te gustaría dejar?
–Ya estoy tranquila…creo que ya hice cosas importantes. La huella que quisiera dejarle a mis hijos es que su madre fue una buena persona.
