*Especial, por Valeria Carranza Bertarelli de Astro Valerina
A los 30 años descubrí que soy de Libra o, mejor dicho, que mi Signo Solar es Libra. Recuerdo que hasta ese momento siempre me fijaba en el horóscopo de las revistas en “Escorpio”. Nací un 23 de octubre, día en que empieza la temporada de Escorpio y termina la de Libra. Aprendí también que todas las personas que nacemos el día que cambia el signo zodiacal podemos vivir “confundidas” toda la vida.
Nuestro Signo Solar representa nuestra identidad esencial. Es ese brillo que sentimos en los ojos cuando estamos contentos y contenta. Y digo brillo, porque como dijo alguna vez el escritor uruguayo Eduardo Galeano: cada persona es un fueguito que brilla con luz propia.
Expresar el Signo Solar no es “moco de pavo” dirían las abuelas. Es cosa seria. Como todo en la Carta Natal. Cuando tenía 20 años una amiga me escribió: “Valerina tenés un don que son las palabras. quédate siempre cerquita de ellas”. Y de eso se trata, de hacernos responsables de nuestros talentos, de nuestras capacidades, de nuestros dones.
En tanto, la Luna representa nuestro mundo emocional. Ese que se formó en nuestra infancia, en los vínculos con las personas más cercanas que nos cuidaron. Yo siempre digo que es nuestro background emocional.
Trabajar con nuestra Luna conlleva trabajar con nuestra niña interna y eso implica reconocer nuestros mecanismos de defensa, porque en ellos se activan nuestras heridas de abandono y rechazo.
Por eso, cada vez que me pongo seria, que el cuerpo se me rigidiza, que no puedo emitir palabra alguna, me digo a mí misma: es la Luna en Capricornio. Y algo me alivia. Porque me dejo de odiar, por no ser “perfecta”, porque todos y todas le pifiamos en la vida. Y eso es lo que nos hace hermosamente humanos.
Gestionar las emociones es uno de los aprendizajes más importantes que nos regala el trabajo con nuestra carta Natal. Solo tenemos que estar dispuestos y dispuestas a entrenarnos, como se entrenan los músculos.
Claro que no es de un día para el otro. Que implica esfuerzo. Que muchas veces tenemos ganas de tirar la toalla. Sin embargo, cada día estoy más convencida que no hay otro camino que el del amor. Aunque suene cursi, aunque se haya convertido en cliché decir “amor”.
Nuestro lugar en el mundo es ese al que necesitamos volver cada vez buscamos la calma. Cada vez que extrañamos a alguien. Cada vez que queremos llorar sin que nadie nos mire o nos juzgue.
Nuestro lugar en el mundo nos conecta con nuestra niña interior, con todas las veces que sentimos cobijo cuando teníamos miedo. Allí está nuestra Luna. Nuestro refugio.
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