*Especial, por @astro_valerina (Valeria Carranza)
Tauro es el segundo signo del zodíaco, viene después de Aries (momento de inicio explosivo e impulsivo) es fijo, pertenece al elemento tierra y lo rige el planeta Venus, el de la belleza y el amor.
Comprender que Tauro llega después de Aries implica preguntarnos qué sigue después de un momento de acción ¿Qué necesitamos luego de iniciar con toda determinación algo? ¿De correr y descargar nuestros impulsos más primarios?
Quizás la metáfora de una persona que frena luego de correr a toda velocidad sea la imagen más indicada para conectar emocionalmente con Tauro.
Si observamos ese instante, el de frenar después de haber tomado mucha velocidad, seguro sentiremos la necesidad de respirar, de caminar despacio o incluso detenernos.
Eso es Tauro. Disfrutar del momento en que nuestra vida se desacelera. Lo cual es un enorme desafío para estos tiempos en los que el “hacer” está sobrevalorado.
Es como si el tiempo solo tuviera sentido cuando estamos en plano produciendo. Si registramos el hecho de que Venus rige este signo, con más razón, aunque sabemos que a la astrología le importa muy poco la “razón”, seremos capaces de ir hacia cualquier lugar, situación o persona que nos conecte con nuestro cuerpo, la naturaleza, el goce y el placer.
Por todo lo anterior, les recomiendo aprovechar la energía taurina como una manera también de “usar” cada parte de nuestra Carta Natal, porque en ella tenemos todos los signos, solo que en general nos identificamos con aquellos en donde está nuestro Sol, Luna, Ascendente, Venus y demás planetas.
Recordá: aprovechar las cosas que nos hacen estar en pausa y que nos generan placer es expresar lo tauro de tu Carta.
A propósito de esto, hace tiempo me pregunto qué haríamos sin los abrazos. Quizás por que los ando necesitando mucho. Escribo esto un rato después de volver de una plaza donde había una niña con unos rulos más grandes que su tamaño.
Justamente estaba corriendo hasta que se cayó y empezó a llorar. Lloraba como quisiéramos llorar los adultos cada vez que la vida nos golpea. Alguien, tal vez su abuelo, la abrazaba mientras le repetía:
“tranquila, ya pasó”.
La niña de a poco se fue calmando. Pienso que hay golpes que efectivamente duran un rato mientras que hay otros que parecen eternos.
Y que los recordamos incluso cuando la herida ya se cerró. Por eso viene bien recordarnos lo que merecemos: besos, rayos de sol, comida calentita y un amor que nos abrace los sábados y no nos olvide los domingos.