A partir de una inagotable ambición de superación, Julio Figueroa logró marcar su impronta en el ámbito gastronómico: fue el primer fit chef de la cocina gourmet. Con tres marcas propias que dejan huella en la gastronomía, define a la cocina como su pasión y el lugar que es la consecuencia misma de su estilo de vida.
Por: Sol Aguirre / tw:sol_aguirre
Julio Figueroa nos recibe en su hábitat: el tercer local de ‘Siamo’, que inauguró a mediados de este año (en Independencia 624, Nueva Córdoba). A partir de una carta que combina lo gourmet con lo saludable deja plasmada la propuesta de la marca, Siamo lo que mangiamo, concepto que Julio define como el resultado de su propia vida. Aficionado a los detalles, comenta que con cada local pretende que los clientes se sientan “en la casa del cocinero” y esa calidez se traduce en la arquitectura (a cargo de Pablo de La Torre) y en una exigente combinación de materiales: el mármol, el cobre y la madera.
Allí, en “su segunda casa”, también dio lugar a otro de sus emprendimientos, Oh my bowl que, junto a su marca personal, son la tríada que creó a partir de su pasión por la cocina.
-¿En qué momento definiste que querías ser chef?
-En segundo año de Ingeniería Industrial empecé un entrenamiento de pesas. En el 2001
competí como fisicoculturista y tenía que ingerir comida saludable y proteica seis veces al día. Veía El Gourmet, quise innovar y empecé a improvisar, a cocinar sano y rico. Hasta que, en cuarto año de ingeniería, me senté con mis padres y les dije que quería cambiar de carrera y estudiar cocina. Mi viejo me miró y me dijo: “Vos estás loco”. Después, pasó
al “bueno, estudía, pero te lo pagás vos”.
-¿Y cómo te fue con tu nueva carrera?
-En 2001, plena época de crisis, mi viejo no tenía más dinero para pagarme los estudios y
empecé a cursar en Celia, la escuela de cocina. De los dos años que cursé, fui a clases sólo
dos meses porque no tenía para pagarme la cuota. Bajaban mis compañeros, me daban
los apuntes y yo estudiaba. Pero todo tuvo su satisfacción, terminé Celia con el reconocimiento número uno.
-¿Cómo fue tu ingreso al mundo gastronómico?
-Ahí empecé a hacer pasantías: pasé por el Sheraton, el Holiday Inn y otros lugares.
Después empecé a hacer caterings propios y en el 2004 veía mi imagen como la de
cocinero, como la de un gourmet.
Ahí decidí viajar en búsqueda de nuevas experiencias a Alemania y a España, donde tuve
oportunidad de trabajar en otro hotel cinco estrellas. Me fui pensando que era chef y cuando llegué allá me di cuenta que todavía no sabía nada. Estuve casi tres años afuera.
Empecé a armar en un cuadernito ideas para cuando tuviera un restaurante. En esas
hojas, hice mi primer boceto de ideas sobre el proyecto de tener un restaurante de
alimentación saludable.
-¿Qué te motivó a pensar en que la especialidad sea la comida saludable?
-Surgió por la necesidad que tenía yo en Córdoba, porque no podía comer sano en ningún
lado.
-¿Cómo pasaste de la idea a la concreción?
-Volví a Argentina con Luciana, mi novia, también cordobesa. Abrí una fábrica de sándwiches en Urca que, de a poquito, se fue convirtiendo en una empresa de catering.
También compré la franquicia de una marca de uniformes para cocina. Después empecé a
asesorar a Il Gatto Tratorías en Córdoba y en Buenos Aires durante cinco años y, en el
medio de ese proceso, me encontré con mi cuadernito, el que había empezado a escribir
en el exterior y eso me sacudió.
-Volviste a leer tu sueño del restaurante propio…
-Sí. Y pensé: ¿qué paso con todo esto? Empecé a pensar y un día, volviendo a casa, le dije
a Lu: “Vendo todo”. Me dijo, ¿estás loco? Vendí todo lo que tenía, junté plata, me asocié
con un amigo y abrimos Siamo.
-Cuando mirás para atrás, ¿cómo ves el crecimiento que fue teniendo Siamo desde sus inicios hasta ahora?
-Hay algo que nunca terminé de entender. Yo sigo viviendo todos mis días como el primer
día. En su momento cuando abrí no sólo mi novia sino también la gente decía: “Este chico
está loco”, porque abrí un negocio donde todo era comida sana y proteica, que era la
tendencia que aún no estaba en Córdoba pero yo veía que venía de EE UU y Europa hacia
abajo. Soy precursor en esto. Inclusive a nivel personal yo me fui posicionando como chef
fit. En la actualidad estamos en una etapa de reinvención. Soy un convencido de que las cosas se tienen que aggiornar cada cinco años.
-¿De qué se trata esa reinvención de la marca?
-Con la marca ya hemos hecho muchas cosas buenas pero también hemos tenido momentos difíciles. Para esta reinvención estamos haciendo una lectura del aprendizaje de los fracasos. El fracaso es un trampolín para que puedas llegar al éxito. La gente que no
habla de los fracasos es gente que no está preparada para el éxito.
A partir de la sociedad con los dueños de Jhonny B. Good, quiero que Siamo pase de tener
tres a 15 sucursales en 2022 en Argentina. Siempre soñé con el crecimiento, una marca a
nivel nacional. Hace dos años escribí en un pizarrón “Siamo número uno a nivel país en
comida saludable” y voy rumbo a eso. Cuando todo se acomode, la empresa va a volver a
explotar porque es una marca que tiene mucha energía, creo en eso y en el equipo que
está detrás.
-¿Cuál fue el fracaso del que más aprendiste?
-En Barrio Jardín abrimos un negocio que era divino, en el 2015. Duró un año. Era un barrio que no estaba todavía preparado para la gastronomía. Sentí que había perdido el rumbo, dejé de pensar en el local como un lugar cálido, chico, donde te pudieras sentir
como en casa. Abrí un local grande, frío, no era Siamo. Eso tuvo un costo y un aprendizaje.
-Ahora en paralelo, te enfocaste en Oh My Bowl…
-Sí. Cuando empecé a escribir el cuaderno tenía en mi cabeza a un Siamo con el sistema
de servicio de Oh My Bowl, que es como un “Siamo exprés” para la gente que quiere
comer sano pero no tiene tiempo. Al mismo tiempo, quieren comer más económico.
-¿Hay algo en común en los dos proyectos?
-Apuntamos a que cuando entre una persona, primero sea bienvenida. Yo estoy muy
acostumbrado a los tanos: el buen día, el bienvenido y el agradecimiento están siempre
presentes. Tiene que haber una experiencia de consumo que sea entera.
-¿Qué es para vos la cocina?
-Mi pasión. Todo. Todas las cosas que pasan por mi cabeza definitivamente en algún
momento terminan en un plato. Es lo que sé hacer.
-¿Cocinás también en tu casa?
-No. En casa cocino solamente cuando recibo amigos y estoy inspirado, pero eso sucede
una sola vez al año.
-Hay tres marcas que giran alrededor tuyo: Siamo, Oh My Bowl y Julio Figueroa. ¿Cómo manejas tu marca personal?
-Sencillamente, siendo yo mismo, que es algo que nunca dejé de hacer. Una persona
sencilla, que cuida su imagen. Además, no pierdo mis rasgos cordobeses. En lo profesional, además de mis proyectos, sigo asesorando a grandes restaurantes.
-¿Qué es lo que te identifica?
-Fundamentalmente, que sigo siendo la misma persona que volvió con una mano atrás y
otra adelante de Europa, teniendo un sueño y cero plata.
-¿Cuál fue el motor principal para llegar acá?
-El trabajo. Trabajé desde el día uno. Siempre fui “un busca”. Lo sigo siendo hasta el día de
hoy.
-¿Qué es lo que buscás?
-Mis sueños, que fueron cambiando. Como vengo de una familia muy humilde, el 80% de
mis sueños eran pensando en lo económico. Hoy, que tengo casi 40 años, te digo que lo
que me interesa sobre todo es vivir tranquilo y poder disfrutar de mi familia. Con mi
mujer, que es mi compañera de vida y de proyectos, compartimos la pasión por la cocina
saludable. Siamo y Oh My Bowl son el resultado de nuestras vidas y, por eso mismo, buscamos también reinventarlas todo el tiempo.
Julio “al toque”
Edad: 38
Signo: Aries
Un plato: pastel de papas
Bebida: la limonada y el spritz Una frase: “La vida se trata de unir puntos”, de Steve Jobs
Un perfume: Invictus
Un deporte: natación