Ella es Beta Suarez la mujer detrás de la cuenta de instagram @mujer.madre.y.argentina, su “barrio virtual” desde el que describe la maternidad sin ánimos de romantizarla. A través de las redes sociales aborda desde sus letras de una manera disruptiva el gran trabajo de ser madre, desde su propia experiencia junto a su familia, Esme “la mayor” (19), Isa “la menor” (13) y su marido Martín.
Hoy Beta conformó una red inmensa con más de 102 mil seguidores que apoyan su pasión al escribir y contar historias. Con un back profesional increible, Beta es licenciada en Comunicación Social, especializada en gestión, análisis y creación estratégica de contenido digital, desde donde capacita a emprendedores, pymes y hasta grandes empresas hace más de 15 años; así, logró trabajar con compañias como Disney y Netflix.
Por. Candelaria Lanzaco
Ph. Xaviera Bustos para @TIZAMOL
Make Up. Verónica Zárate para @LASPITUCAS
Asistente de producción. Ana Martínez para @TIZAMOL
Otra mirada de la crianza sin prejuicios ni dobles discursos
Allá por 2005 tu voz fue tan disruptiva que llamó la atención al ver cómo te referías a la maternidad. Hoy ¿cuál es tu visión? ¿Notás que hoy es más aceptable para la mayoría? Igualmente, ¿creés que cada vez es más grande la brecha de pensamientos extremistas?
¡Sí, cambió un montón! Esto que suena tan obvio ahora, cuando arranqué no estaba ni cerca de serlo (en los últimos años hubo cambios inmensos). Eran épocas de programa como “mi bebé”. Me comí varios cuestionamientos, insultos, etc. Yo no doy consejos ni tips, solo relato, y no hablo de hijos, hablo siempre de las madres. Pongo en palabras lo que me pasa y ocurre, eso por lo que otros también se sienten cómodos ahí.
Es que de verdad, mientras me chorreaban las tetas porque corría de una reunión de trabajo a casa, me propuse trabajar esto que podía decir y que no escuchaba en ningún otro lado: si la maternidad era tan maravillosa, no me podía sentir tan observada y juzgada y sí, podía ser lo mejor que me iba a pasar en la vida, pero no tenía por qué ser lo único.
Era otra época y en general en los últimos años los cambios fueron rotundos (gracias eternas a las activistas y a todas las que cambiaron su barrio, su casa, su trabajo). Cuando empecé a escribir fue a partir de mis propios cuestionamientos, de lo que me dolía a mí. Sin embargo, hay algo acá que aún no ocurre. Pareciera que vamos de un lado a otro y sé que no soy políticamente correcta, pero tenemos más o menos claro que nadie puede opinar sobre tu cuerpo o sobre tu género (y lo celebramos) aunque todos pueden opinar sobre, por ejemplo, el tiempo que le tenés que dar la teta a tu bebé. Se les escapa el “mala madre” con una facilidad… También creo que hay más espacio para la conversación y que está bueno, sobre todo cuando hay diversidad. Pero falta.
Lo que era un blog, luego se convirtió en @mujer.madre.y.argentina. ¿Por qué te referís a MMyA como un “barrio virtual”? ¿Y una trinchera?
Porque cuando tuve a mi primera hija no me encontraba, sentía que no había modo de dar la talla. Si salía a laburar, que era algo que yo quería hacer, era una madre abandónica; si me quedaba en casa era una mujer sin ambiciones que iba a criar hijas. Escribo desde siempre y entonces la pluma fue mi trinchera. Sentí también que “el lado B” era tan irreal como el “lado A”, que hay un poco de todo, que no hay dos madres iguales, etc. Que en un mundo ideal (lejano aún) las leyes deberían acompañarte si no querés trabajar y nadie debería juzgarte si querés hacerlo. Y hubo, por suerte, un montón de personas que se encontraron en mis palabras.
Y un barrio virtual porque me parece que cuando uno abre una conversación en las redes sociales, cuando elige a quién seguir y a quién no (fundamental), uno se construye un barrio digital por el que va a pasear a diario.
En tu libro aclarás que el problema entre las madres es la falta de empatía al momento de buscar lo mismo y elegir caminos diferentes. ¿Notás que existen muchos prejuicios y competencias entre madres? ¿Podría esto reformularse?
Sabés que tampoco creo que las madres somos locas que nos odiamos entre todas… Yo, por ejemplo, desde hace años reivindico el chat de madres. La maternidad en soledad es muy dura y detrás de esa madre que pregunta algo que para vos es obvio, hay angustia, dolor, si te molesta tanto, silencialo, pero esa es la red que te va a salvar mil veces aunque te hagas la canchera.
Me parece que las mujeres entendimos esto y que el primer paso es cuestionar lo que creímos que teníamos que ser. Deberíamos poder sentarnos a charlar, de los dos lados queremos lo mejor para nuestros hijos. Tengo una hija de 19 y otra de 13 y te digo algo, las nuevas generaciones lo tienen bastante más claro. Eso es esperanzador.
En el contexto que estamos viviendo ¡no es nada fácil! ser madre, trabajar más todas las tareas del hogar…. sin ánimo de victimizar sino exteriorizar lo que está pasando. ¿Qué le sugerís a esa mamá en días de “no puedo más” ?
Que está bien, que basta de este juego raro en donde por un lado se subestima a las madres y somos “el chat de mamis” y por otro lado se espera que, mínimo, tengamos los poderes de la Mujer Maravilla. Que no le deben explicaciones a nadie, que se hace lo que se puede y que es una situación horrible en la que –y ya hay información al respecto– el peso más grande, una vez más, cayó sobre las madres.
Mi sugerencia es que haga la red más fuerte que pueda con otras madres y otros padres, con vecinas, amigas, etc. No hace falta tener hijos para comprender a las madres, todos tenemos mamá. Y que no se priven del disfrute: no recuerdo si el cajón de la cocina estaba ordenado, pero sí me acuerdo de las veces que mi mamá se sentó a jugar conmigo. Y que está bien querer salir a dar una vuelta a la manzana sola. Hay ahora mismo tantas situaciones diferentes y tanto dolor dando vueltas que, de verdad, con lo que puedan, alcanza.
Beta, y si charlamos más íntimo… contame, ¿cómo fuiste vos hace 19 años, cuando fuiste madre primeriza? ¿Cómo afrontaste todo lo nuevo? ¿Qué aprendiste de tu mamá? ¿Qué le agradeces?
Con millones de dudas, con una felicidad tremenda, con muchas inseguridades. El choque más grande, y por eso nació MMyA, fue entre lo que veía sobre la maternidad y lo que me pasaba. Lo pude poner en palabras (aquello de la trinchera) y entonces muchas se encontraron en esas palabras. Muchos hombres también vieron a sus mujeres y/o a sus madres en mis textos y entonces me concentré en que quedara bien claro que el valor no era mi experiencia, sino la libertad para que cada una tenga la propia. Podíamos ponerle otras palabras a la maternidad, creo que en un punto ese fue mi aporte.
De mi mamá aprendí muchas cosas, pero creo que lo que tengo más presente es esa libertad y esa confianza en que yo podía. Le agradezco también el amor, el inmenso amor. Es una mujer con un humor medio oscuro y es una abuela increíble. La tipa tiene una cabeza diversa, mil veces no estamos de acuerdo y eso está buenísimo. Y tiene un don, y lo descubrí con el nacimiento de la mayor: nunca me dijo qué hacer, pero cuando levantaba la cabeza desorientada, a la primera que veía era a ella, ahí atenta, a su hija madre. Ojalá yo pueda repetir eso, y no solo con la maternidad eh, digo, en el caso de que mis hijas quieran transitarla.
Frente a lo que aconteció el año pasado, muchos vimos la necesidad de reinventarnos. Desde la comunicación sobre todo, el cambio fue rotundo. ¿Qué cambios fueron los más notorios para emprendedores y marcas con su comunicación?
Puff, precisamos otra nota para responder esta pregunta, pero en líneas generales se intensificó esto de que en muchos casos la única vidriera posible era la virtual y que, además, el único tráfico ocurría ahí.
Las marcas, incluso las que durante un tiempo no pudieron vender nada, tuvieron que encontrar el modo de recordarles a sus audiencias que eran importantes en sus vidas. Sus comunidades, por otro lado, no eran las mismas. No somos los mismos. Hay miedo, incertidumbre, hastío, hay de todo.
Y se resaltó mucho el concepto de “contenido de valor”, porque si una persona se pasa mil horas adelante de una pantalla, solo le va a prestar atención a una marca si lo que esa marca le dice, le aporta algo, si es relevante, si le suma. Respetar el tiempo de los demás.
La comunicación es un fenómeno muy complejo y muchas veces se lo simplifica y eso solo trae frustración. En este contexto quedó bien claro. Saber usar una red social no es saber hacer un plan de comunicación que acompañe los objetivos de una marca. Y por otro lado, como muchos se empezaron a capacitar, se levantó la vara y los usuarios (nosotros) exigimos comunicación de calidad.
No importa si tenés el mejor producto del mundo si no sabés cómo contarlo. Si nadie sabe que existe, no lo compran. Creo que ahora muchos ya se acomodaron o encontraron un tono nuevo o más preciso para este momento. Otros delegaron esa parte, otros no pudieron y otros siguen buscando, y está perfecto.
La pandemia puso un foco de frente en la comunicación digital y se vieron más claros los errores, las carencias, y también los aciertos, claro. Yo me pasé todo el año pasado repitiendo: “no se trata de comunicar más, se trata de comunicar mejor”. Creo que ese es el aprendizaje que nos va a quedar a todos y que nos va a servir con o sin pandemia.
Beta, sos una mujer muy activa que va de proyecto en proyecto. ¿Qué nuevos proyectos estás cocinando y tenés a futuro?
Mi cabeza suele estar siempre adelante. Con el tiempo logré encontrar en qué formato funcionó mejor: proyectos concretos que empiezan y terminan, con impacto. Así son las agendas, el mazo de cartas con Ohlala, etc. Y en general me gusta trabajar con varios proyectos al mismo tiempo. Cuando un proyecto ve la luz yo ya estoy en otras cosas. Me gusta y los disfruto eh, no es que me olvido.
En lo inmediato, un libro de ficción, un par de cursos y de ebooks para la plataforma de capacitación (pero con cosas de esas que no se pueden googlear), terminar la agenda 2022, unas campañas de publicidad que me tienen loca de amor, un podcast de entrevistas y arrancar, finalmente, con mi doctorado. Pero en eso ya estoy, lo que más me entusiasma es lo que aún ni pensé.