Muchos especialistas coinciden en afirmar que la procrastinación es un déficit en el comportamiento humano en el cual se evaden o aplazan responsabilidades prioritarias para dar paso a las distracciones, que son irrelevantes y que entorpecen el logro de objetivos trazados. En ese aspecto, también existe cierto consenso que ubica a las mujeres como las que más sufren este problema. Cuando se analiza dicho concepto vinculado a la irrupción de las nuevas tecnologías, el contexto es bastante más complejo. ¿Qué sucede cuando frena aspiraciones, responsabilidades y proyectos?, lo que se conoce como “procrastinación digital”.
El periodista, editor y escritor José Heinz acaba de presentar su último libro “¿Olvidaste tu contraseña? Apuntes sobre la cultura digital”, donde busca analizar el impacto de Internet en nuestra vida cotidiana.
Consultado al respecto, Heinz afirma que la procastinación digital “incluye todos aquellos asuntos que postergamos a raíz de los estímulos constantes que nos provee la web, sea a través del celular u otros dispositivos”. Y agrega: “Esta conectividad permanente hace que la mente tienda a pensar que siempre hay otra cosa, que nos estamos perdiendo de algo en forma constante”.
Para Heinz, esa es una actitud peligrosa porque no nos permite focalizarnos del todo en nada. “Tendemos a realizar tareas como si comiéramos una picada: un poco por acá, un poco por allá, sin sentirnos satisfechos del todo, con ganas de probar todos los platos. Las redes sociales son el terreno ideal para eso, porque las usamos tanto para lo laboral como para el ocio, y esa superposición de cosas hace que no nos focalicemos en lo verdaderamente relevante, como las obligaciones”, analiza.
Al igual que Heinz, Juan Manuel Lucero -consultor y docente-, opina que la procastinación digital afecta por igual a mujeres y hombres. “Esto nos va a traer enormes problemas, de comprensión de textos, de integración de sentidos que exigen de nuestra atención completa. Pero presiento que vamos hacia ‘tocar fondo’ en este tema. Somos humanos, queremos entender. Cuando dejemos de entender o poder conectar los puntos vamos a crear las herramientas para dejar de ser interrumpidos y volver a tener nuestra atención completa”, analiza Lucero.
“Lo que se denomina vida digital no es sino la narración de nuestra vida: la que queremos que vean, como queremos que la vean. Nuestras opiniones, nuestros valores… editados de una manera que conscientemente o inconscientemente envían un mensaje a otros. Así somos, o así queremos ser. Somos los curadores o editores de la película de nuestra vida que otros ven. Le ponemos filtro, la reencuadramos, le mejoramos el audio para que esas imágenes sean el reflejo de la historia que queremos los otros vean. Somos actores, editores y directores de esa película. Y censuramos aquello (dejando que no nos etiqueten, eliminando etiquetas, pidiendo bajen fotos o videos en los que salimos) que no nos parece digno de mostrarse”, completa Lucero.
– OCIO: ¿Hasta qué punto las nuevas tecnologías hace que nos auto-interrumpamos?
– JH: Hasta el punto que dejamos que nos dominen, básicamente. Si estamos constantemente atentos a las notificaciones del celular, es difícil concentrarse en tareas que demandan una atención específica. Un buen ejercicio al realizar una tarea que exige concentración es poner el teléfono en modo avión o al menos desactivar el paquete de datos, sin Internet pero con la posibilidad de recibir llamadas y sms. La mayoría de las veces, cuando volvemos a conectarnos, caemos en la cuenta de que no pasa nada. Quiero decir: no nos estamos perdiendo de gran cosa.
– JML: El antiguo concepto de interrumpir para notificar, la competencia entre apps que buscan fomentar nuestra participación a partir de molestarnos con la vibración y el sonido y la falta de mecanismos de control de software de estas interrupciones que sean más inteligentes han hecho que nuestra capacidad de atención se vea diezmada. Hoy tenemos menos atención que un pez: sólo 8 segundos somos capaces de mantener la atención en algo.
– OCIO: Muchos analistas coinciden en que las personas hoy ponderan o están más pendientes de su “vida digital” que de su “vida real”. ¿Coinciden?
– JH: Dicho de esta manera suena un poco a ciencia ficción, pero tal vez el futuro no esté relacionado con autos voladores, sino más bien con estas dos vidas que llevamos actualmente, superpuestas como dos layers de Photoshop: on line y off line. ¿Tengo una reunión importante vía Skype? Perfecto, concentro toda mi atención allí. ¿Tengo una reunión importante cara a cara? OK, dejo de lado el teléfono y le presto toda mi atención a esa otra persona. Muchas personas ya conviven con esas dos vidas, pero tal vez no se hayan dado cuenta del todo”, sentencia Heinz.
– JML: La vida digital es parte de lo real. Lo que cambia es la codificación. La vida digital tiene componentes de unos y ceros y lo que algunos llaman erróneamente ‘real’ tiene otros. Lo que ha sucedido es que la comunicación mediada por tecnología se ha hecho infinitamente accesible en términos de hardware y de acceso. Y es una tentación la distracción de la vida de los otros y de contar nuestra vida como si ello tuviera algún tipo de valor. En algunos casos, claro, lo tiene. En otros, es el mero disparo de imágenes y textos sin un sentido claro, so pena de dejar de existir en ese espacio.
“Olvidaste tu contraseña” y el foco en el fenómeno de Internet
“Una de las preguntas que me hice constantemente mientras escribía el libro fue: ¿tiene sentido dividir la realidad digital de la otra realidad, la tridimensional, la original? Y hasta hace poco quizá sí era algo relevante, hoy lo veo como partes indivisibles de una misma cosa, porque algo que hacemos en una de esas realidades tiene consecuencias muy claras en la otra”, explica Heinz.
El libro plantea un repaso -personal, reflexivo, medio juguetón- por la forma en que Internet cambió nuestras vidas. Desde el contacto con las personas hasta las nuevas formas de consumo, cada texto intenta retratar la manera en que la conectitividad trastocó alguna actividad cotidiana”, explica el autor.
Testimonios
Alejandra Bellini, Arriba Córdoba y El DoceTV
Quizás la palabra correcta no sea postergar. Creo que lo más adecuado es directamente el reemplazo. Por mi trabajo, el celular es una extensión de mi cuerpo y gran parte del día convivo con su pantalla. Esa realidad modificó mis hábitos al punto de transformar la realidad en la que convivo con el trabajo y en la familia. En mis relaciones personales soy mucho más cuidadosa; en ese ámbito prefiero el contacto cara a cara que el mediado por la tecnología. Mis hijos son el mejor antídoto contra la procastinación digital. Sin embargo, en el trabajo, la mayor parte de mis comunicaciones son virtuales. Hay gente con la que hace meses mantengo contacto digital o a través de una pantalla. Esa modificación de las reglas de trabajo generó mayor productividad y desarrollo de las tareas pero nos restó contacto físico. Todavía estamos analizando las consecuencias. Como punto final, no creo que sea una cuestión de género aunque sí generacional.
Victoria Diez, socia de la consultora Diez-Irace
Es algo que hoy por hoy siendo madre lo noto más! Las redes para mí son una herramienta muy importante desde lo laboral porque en mi profesión me sirven muchísimo para vender lo que hago. Si noto esa dependencia de mostrar algo y perderme lo real.