*Especial, por Equipo de Grow- género y trabajo
El trabajo doméstico suele ser invisibilizado. Así, no se contempla como un trabajo, ni se tiene real dimensión de la carga que representa. De esta manera, muchas veces las mujeres terminan relegando su participación en trabajos remunerados.
¿Cosas del pasado?
Se podrá argumentar que eso es algo del pasado, que hoy en día las mujeres también se incorporan al mercado laboral, y muchas desarrollan carreras profesionales. Y eso es cierto, aunque parcialmente si lo vemos desde distintas perspectivas.
Según datos de la OIT, en América Latina y el Caribe la participación laboral de las mujeres que viven solas es del 84%, frente al 93% de los varones. Ahora bien, esa tasa baja a 69% en el caso de las mujeres que viven en pareja, y lo hace aún más, a 58%, en el caso de las familias que tienen hijos/as.
Por el contrario, si observamos la participación masculina, esta no varía, e incluso aumenta levemente: 94% cuando viven en pareja, y 96% cuando tienen hijos/a (OIT 2022). Es decir que, cuando se suman tareas domésticas y de cuidado a la organización familiar, quienes asumen esos trabajos son en mayor medida las mujeres, y lo hacen a costa de su inserción en trabajos remunerados.
Qué sucede en Argentina
Según la Encuesta Permanente de Hogares, es clara la feminización de estas tareas en nuestro país: mientras 6 de cada 10 varones realizan estas tareas, en el caso de las mujeres este número asciende a 8 de cada 10 (Indec 2022). Ahora bien, cuando analizamos el total del tiempo dedicado, la brecha es más evidente: las mujeres dedican -en promedio- algo más de 4 horas diarias, y los varones algo más que 2 horas y media. (ENUT 2021)
Los datos reflejan una división en términos binarios, sin representar la diversidad de género en nuestra sociedad, porque al día de hoy no se cuentan con datos que analicen la situación de personas de la comunidad LGBTIQ+. De todas formas, esa desigualdad en la distribución de las tareas en gran parte se explica por la construcción social del género y la asignación, de forma binaria, de roles y expectativas.
Sintetizando, lo masculino se asocia al ámbito público y al trabajo, lo femenino al ámbito privado y al trabajo doméstico. Y eso genera una desigualdad estructural. Según Carolina Villanueva, directora y co-fundadora de Grow-género y trabajo: “la posibilidad de que todas las demás personas puedan salir a trabajar y hacer su labor en el ámbito productivo depende -necesariamente- de este trabajo que está detrás”.
La explicación a estos números hay que buscarlas en factores culturales y en la ausencia de políticas públicas que promuevan la corresponsabilidad de las tareas domésticas y de cuidado.
Desde Grow-género y trabajo acompañamos a las organizaciones en la creación de políticas propias que puedan impulsar esta agenda.
