Luego del covid-19, los índices de agotamiento laboral aumentaron, a medida que cambiaban los métodos de trabajo y la relación con el mismo. Últimamente, varias encuestadoras han publicado rankings de esta patología en los que, dentro de América Latina, Argentina encabeza las listas.
El concepto de burnout es traducido como el síndrome del quemado y proviene, originariamente, del ámbito laboral. De acuerdo a la Licenciada Aylén Gómez Ovejero, Especializada en Psicología laboral, mindfulness y bienestar organizacional: “Podemos resumirlo como el resultado de un proceso en el que una persona ha sido expuesta a un estrés laboral crónico y ante el cual, las maneras de respuesta y afrontamiento, no han sido eficaces en el tiempo e incluye un desgaste que se ha mantenido”.
También señaló que se pueden reconocer tres dimensiones que representan a una persona con burnout. La primera alarma es el agotamiento emocional, que se refleja en una fatiga muy intensa, baja de energía, pesimismo e irritación.
En tanto que, la segunda dimensión puede verse en la despersonalización excesiva cuando se trabaja con personas de manera diaria. Esto quiere decir, que aquellas personas que tienen burnout, suelen mostrar respuestas impersonales y hasta “actitudes cínicas” con quienes trabajan, destacándose a su vez reacciones negativas frente a la falta de estímulos.
Por último, la pérdida de significado en el trabajo y la falta de realización personal en el ámbito profesional, demuestran que hay una gran insatisfacción laboral y una evitación en las responsabilidades que hacen que el rendimiento laboral sea bajo.

A su vez, Ovejero indica que es “clave separar este síndrome del estrés, fundamentalmente, porque el estrés no es necesariamente negativo y suele ser una respuesta excepcional a una situación, que hasta puede llevar a buenos resultados”.
Por ende, el burnout aparece cuando el estrés se vuelve crónico y sus maneras de afrontarlo ya no son funcionales, con graves consecuencias físicas, psicológicas y sociales a corto, mediano y largo plazo.
También sostiene que “conviene diferenciar burnout de depresión, que es un trastorno que incluye mayormente sentimientos de culpa, en vez del enojo y rabia propio del burnout”. Sin embargo, en casos graves y con padecimiento de burnout por muchos años, la depresión puede surgir como consecuencia negativa y en ambos, el cansancio emocional es predominante.
Incidencia del burnout
Si bien esta condición está principalmente asociada al ámbito laboral, muchos autores investigan cómo las tareas de cuidado y el trabajo con personas pueden generar situaciones estresantes crónicas que propician este síndrome.
En este sentido, Ovejero explicó: “El ser responsable de tareas de cuidados, ya sea con personas con enfermedades o maternando o paternando a infancias la mayor parte del día y por prolongados meses, pueden tener un impacto tan contundente que podría generar síndrome de burnout”.
Asimismo, detalló que, si bien el trabajo en casa ha tenido grandes beneficios en cuanto a flexibilidad laboral, reducción de gastos y la posibilidad de pasar más tiempo en familia, también supuso contras.
Al respecto, mencionó las excesivas horas al frente de la pantalla, numerosas reuniones, expectativas laborales poco claras, desequilibrio entre vida privada y laboral, mayores exigencias y objetivos inalcanzables y/o inestabilidad económica.
De esta manera, “se produce un entorno estresante, que, a largo plazo, y con estrategias de afrontamiento poco efectivas, derivaría en burnout” -manifestó la licenciada-.
Prevención
Si bien muchas organizaciones actualmente se encuentran invirtiendo en programas para reducir el estrés, burnout y bajo compromiso laboral, existen estrategias individuales que se pueden considerar para evitar las consecuencias a largo plazo y aumentar la satisfacción laboral.
“Podemos incorporar nuevas y más efectivas formas de comunicarnos, comportarnos y hasta manejar nuestras emociones”, sugirió Ovejero.
Y continuó: “También es necesario revisar cómo organizamos nuestro tiempo y nuestras actividades de ocio, priorizando más tiempo diario en actividades sociales y recreativas e incluir pausas en nuestra jornada laboral de al menos 15 minutos cada 2 horas”.
Igualmente, recomendó darse 15 minutos diarios de meditación. “Esta práctica permite generar un espacio entre una situación estresante y nuestra respuesta, permitiendo mayor conciencia en nuestro accionar y menos reactividad emocional”, detalló.
“Siempre es recomendable consultar con profesionales de la salud mental que tengan formación en técnicas de relajación e inteligencia emocional”, concluyó.
