*Especial, por Alejandra Nigro
La vulvovaginitis (y específicamente candidiadis) afecta la calidad de vida de muchas mujeres. Los síntomas frecuentes son picazón vulvovaginal, ardor para orinar y dolor en las relaciones sexuales que, a veces, es tan pronunciado que puede llevar a evitarlas. A su vez, se condiciona el flujo vaginal.
Así, las secreciones cervicovaginales normales son claras, viscosas, de aspecto blanquecino e inodoras. Estas aumentan desde el período preovulatorio hasta la menstruación y tienen un PH ácido debido a la transformación del glucógeno en ácido láctico por parte del los Lactobacilos de Doderlein.
Sin embargo, el flujo vaginal deja de ser normal cuando cambian sus características: color, olor y textura. Es entonces que puede convertirse en blanco, espeso y grumoso. De esta manera, las causas pueden ser diversas y tratarse de infecciosas o no.
En caso de estas últimas, podemos nombrar a la reacción alérgica a irritantes, al látex de los preservativos o al semen, el liquen plano, como también el síndrome genitourinario de menopausia entre otras.
En tanto, los 3 tipos de vulvovaginitis infecciosas que se observan con mayor frecuencia en mujeres en edad reproductiva son la vaginosis bacteriana (VB), la candidiasis vulvovaginal (VVC) y la tricomoniasis.
La candidiasis vulvovaginal punto por punto
En esta oportunidad abordaremos la segunda causa más común de vulvovaginitis: La candidiasis vulvovaginal. Esta, además de la sintomatología clásica de la vulvovaginitas, puede implicar enrojecimiento, inflamación y fisuras o excoriaciones en la vulva, que se ven en los exámenes de las pacientes.
Asimismo, se habla de Candidiasis vulvovaginal recurrente RVVC cuando ocurren al menos cuatro episodios sintomáticos en 12 meses.
Y cabe aclarar que el riesgo de recurrencia aumenta en pacientes que toman antibióticos con frecuencia, que son usuarios crónicos de corticosteroides, diabéticos no controlados o mal controlados y mujeres que consumen muchos azúcares o productos multiprocesados.
También incide la utilización de protectores diarios que aumentan la humedad y alteran el PH vaginal y la utilización de jabones perfumados. Por otro lado, se debe considerar a quienes se automedican y desarrollan resistencia a los antifúngicos.
En este marco, aconsejamos la realización de la consulta ginecológica oportuna para obtener el diagnóstico certero y el tratamiento adecuado. Por último, destacamos que además de los medicamentos, son muy importantes las medidas higienicodietéticas para prevenir futuras infecciones.
Otra opción de tratamiento relativamente nuevo es la terapia con láser intravaginal para las recurrencias, con resultados prometedores, aunque todavía se están realizando estudios multicéntricos que lo avalen.
