*Especial, por Cris Schwander
Que hermoso misterio es la vida. Cambiante, desafiante. Podemos vivirla pensando en lo que aún no tenemos, detenernos en todas nuestras carencias o defectos o podemos vislumbrar toda la abundancia que la vida nos regala. Podemos vivir desde la indiferencia, el egoísmo, la inconsciencia o procurar y cultivar una vida agradecida. La gratitud es una actitud, una manera de pararnos ante la vida.
Al declarar el «gracias», manifestamos el haber registrado lo sucedido y, al hacerlo, damos lugar al reconocimiento de quien realizó la acción referida. Reconocemos y, posiblemente, expandimos nuestro encuentro vincular. Podemos decir un «gracias» de modo automático, pero cuando se le suma la sinceridad y la conciencia nunca pasará desapercibido.
Soy de esas personas que viven observando comportamientos y no deja de llamarme la atención cuán poco se dice «gracias»: a ese mozo que nos atiende en el bar, por ejemplo. O, también, cómo los líderes organizacionales se olvidan de agradecer a su equipo.
¡Qué hermosa oportunidad se pierden! De vincularse desde la profundidad y de generar aún más compromiso ya que cuando agradecemos por una tarea cumplida trasmitimos que los valoramos y se renueva sin dudas el compromiso operacional y relacional.
La gratitud es agradable. Hace sentirse bien. La gratitud es también motivadora. Al sentirnos agradecidos, tendemos a compartir la generosidad recibida con otros. Gratitud es conocimientos y reconocimiento.

En la gratitud nos conectamos con todo lo bueno que tiene nuestra vida. Yo veo la gratitud como un limpiaparabrisas que despeja frustraciones, rencores y temores, ya que nos conecta con todo lo bueno que tenemos disponible.
El agradecimiento nos hace más receptivos, más generosos, nos infunde de buena energía, potencia las relaciones interpersonales, disminuye la hostilidad, promueve el bienestar.
La vida consiste en dar, en recibir y en devolver. Somos seres receptivos que dependemos de la ayuda de los otros, de sus regalos y de sus bondades. Esto es: no somos autosuficientes, pertenecemos y dependemos de nuestros vínculos. El agradecimiento nos aleja, por lo tanto, de la autosuficiencia.
Para finalizar, te invito a reflexionar en torno a la gratitud:
- ¿Agradecés a tu gente, a tu familia?
- ¿Agradecés a tu equipo de trabajo?
- ¿Agradecés a la vida?
Recuerda, la gratitud nos hace más felices, promueve el acercamiento social, reduce la ansiedad, la depresión, implica humildad, nos aleja del «yo solo puedo», del «yo necesito esto o aquello para ser feliz», fortalece y es un pilar de las relaciones fructíferas. Mira la vida desde y con gratitud y será más bella. No tengo dudas.
* Artículo tomado del libro “Eso que quiero que me pase” Liderazgo para la vida Cotidiana , de Cris Schwander. El Emporio Ediciones.
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