Por Lic. María Eugenia Bruno
Actualmente la paternidad es más compleja y multidimensional, es decir, existen tantas formas de ser padres como tipos de familia hay. En este sentido el rol del padre se ha transformado profundamente: ya no se trata de ese hombre recio, incuestionable y lejano, generador de reglas y normas innegociables, ocupado por la gestión y provisión de recursos materiales, sino que se identifica con un hombre mucho más cercano a la crianza de los hijos, que disfruta y comparte tiempo y actividades no sólo recreativas. Papás que se ocupan de las tareas de la escuela, preparan el almuerzo y asisten a los actos o reuniones escolares, ya no son los menos. Esta situación genera mayor empatía y compromiso afectivo con los niños.
Últimamente es común recibir en el consultorio, a papás de niños y adolescentes sumamente angustiados por la percepción de carecer de herramientas para educar y acompañar de forma adecuada a sus hijos, una situación impensada hace años atrás. Esto da cuenta de que muchos hombres viven la paternidad con un profundo sentido de respeto y responsabilidad, siendo conscientes de sus propias limitaciones y buscando recursos para construir la mejor versión de padres para sus hijos.
En la actualidad existe un nivel de conciencia mucho más amplio respecto a la importancia de la calidad de tiempo que padres e hijos comparten, se valora la construcción de vínculos basados en el diálogo y la confianza, no en el miedo. Y allí reside el desafío más importante de esta época respecto a la paternidad, lograr un equilibrio saludable en la institución de una relación de padres e hijos que sea afectuosa, flexible y permita el diálogo, pero sin descuidar la importancia fundamental del rol parental en la infancia y adolescencia, de formador y proveedor de límites, limites que siempre son un acto de amor.