El mismo amor, la misma risa
Se conocieron en primero inferior y a los 18 de ella (19 de él) ya estaban de novios. En abril de 1967 se casaron y hoy, además de sus tres hijas (Patricia, 50; Gabriela, 47 y Victoria, 39), tienen cinco nietos.
Ella tiene 73 años y él 74. Y hace 51 años que están juntos.¿Cuáles son los pilares que sostienen tantos años de convivencia y mantienen intactas esas ganas que se les percibe con sólo mirarlos? “La risa. Yo soy muy risueña y él es muy de reírse conmigo”, dispara Susana.
Y debe ser cierto porque ninguno de los dos ha dejado de reírse durante toda la entrevista.
Además del amor y del compañerismo, ambos señalan que coinciden en bastantes cosas: “Cuando me casé no pensaba que fuera para toda la vida y ya parece que va a ser para toda la vida. Claro que hemos tenido desavenencias, discusiones, pero en general ha
habido mucho respeto, eso ha sido fundamental”, relata Alberto.
No hay pareja si no hay pelea, dice el dicho popular, pero la clave radica en saber cómo
conducirlas a buen puerto.“Yo trataba de tranquilizarme primero y luego nos encerrábamos
a solas a solucionar lo que hubiera que solucionar”, cuenta Susana.
Un tema no menor en parejas de tantos años es la rutina. Y saber sobrellevarla requiere de
creatividad y ciertos permisos que no siempre se acuerdan por igual.“Nosotros no somos
muy rutinarios”, dicen casi al unísono. “Alberto sigue saliendo todos los miércoles, desde
aquellas épocas de juventud en que se juntaba con sus amigos, y yo también hago planes
sola. Pero también hacemos muchas cosas juntos, nos encanta quedarnos en casa. Parece
mentira pero después de tantos años nos sigue gustando mucho charlar; cuando vamos a
un bar nos causa mucha gracia ver a otras parejas porque uno está mirando el techo, el otro leyendo el diario y nosotros hablando sin parar, como si no nos hubiéramos visto en todo el día”.
¿Y el sexo? Ambos acuerdan en que si bien ya no es lo mismo, tiene mucha importancia: “A mí me gusta mucho ella y me hace sentir muy bien, entonces la pasamos muy bien cuando estamos juntos, en nosotros esa llama no se apagó”, dice él.
En el mismo sentido ella dispara: “es como una especie de admiración hacia el otro;
además nos divertimos mucho, incluso con el sexo”.
Ninguno de los dos se reconoce celoso. “A lo mejor en algún momento puedo sentirme un
poco desplazado porque ella atienda más a otra persona que a mí, pero no me animaría
nunca hacerle un planteo porque me daría vergüenza, me sentiría muy mal si le tengo que
decir ‘bajá un poco la pollera’ o ‘no te pintes los labios así´. Una de las bases de nuestra
perdurabilidad es el respeto que nos hemos tenido”. Y agrega ella: “Y las libertades, eso ha
sido muy importante: a Alberto no le gusta viajar y a mí me encanta; ya me he ido a Europa dos veces, también a Cuba”.
Al parecer, el haber estado juntos desde tan pequeños, hizo que ambos crecieran juntos -y
en la misma línea, lo que no es poco- y que aún continúen eligiéndose y levantando
banderas como el compañerismo, el respeto, la libertad y la risa. Siempre la risa.