Tiene un título en Administración de Empresas archivado en el pasado. Hoy, dirige la Dirección de Cultura de Villa Allende, la ciudad donde reside hace más de una década; y, además, dicta talleres de escritura creativa. Sin embargo, Graciela Ramos es, ante todo, escritora y cualquier otro rol se ensombrece en comparación. “Es lo que llevo en el alma”, dice.
Tras ejercer su profesión, aproximadamente 20 años, dejó atrás el mundo empresarial y se aventuró, oficialmente, en el universo de la literatura.
Sobre sus inicios, confiesa: “Nunca tomé la escritura como un hobby, sino como un trabajo. Saqué mi primer libro como una salida laboral porque quería estar más con mi familia”. Y continúa: “Anhelaba pasar tiempo en casa. Mis amigas me decían ‘tenés un trabajo tan lindo, cómo puede ser que te quieras ir a cocinar’ pero yo era feliz haciendo eso”.
Vida y obra
Previamente, por su experiencia en el ámbito de los negocios, realizó una investigación de mercado. Así, poco después vio la luz “El juego de la conciencia”, su debut como autora. El libro, destinado a las infancias, mezcla fantasía y autoayuda.
No obstante, su relación con la redacción comenzó en la niñez, cuando aprendió a leer. Al respecto, rememora: “De chica me refugie mucho en la lectura. Me acuerdo que salía del colegio e iba a la biblioteca, lo cual me contuvo mucho. Ahí aprendí a volar, a amar, a conocer”.
Actualmente, se concibe como una “adicta a la lectura” y asegura que, “lo que llega” a sus manos, lo consume. En este marco, afirma también que no tiene referentes o “líderes”, ya que constantemente “amplía la mirada”. “No me pasa que no me guste algo, porque aprendí a leer y siempre un libro tiene algo para contarte”, asegura.

En tanto, la escritura le sirvió “para exorcizar” –en sus palabras- y desde la misma época, narraba incipientes historias. “Con la lectura lleno y con la escritura, saco. Y siempre escribí. Primero fueron cuentos, tremendos, pero con finales felices”, añade.
Luego, relegó ese género y comenzó a inmortalizar las vivencias de su entonces pequeña hija, “Cande”. Graciela amplía: “Como viajaba mucho, mi marido me contaba por ejemplo cuando ella perdía un diente y yo lo relataba”. Y subraya: “La escritura siempre fue un desahogo en mi vida”.
Carrera de novela
Haciendo un vistazo al pasado, la novelista reconoce que “no fue fácil”, pero reflexiona a la par: “Confiar en lo que uno hace, habilita los caminos”. De esta manera, posteriormente a su publicación inaugural, fue el turno de “Malón de amor y muerte”, junto a una editorial multinacional.
Se trata del título con el que se consagró como escritora de novelas históricas, con relatos que entrelazan la memoria, la ficción, el romance y también la migración, un tópico que subyace a cada proyecto.
“Es un tema que me apasiona y me desvela. No puedo dejar de preguntarme por qué la gente migra, si es por dinero o amor, detrás de qué o qué pesa sobre qué”, analiza sobre el eje transversal del que se valió para reconstruir el “lado B” de toda la historia nacional.

A su vez, también se inmiscuyó en el pasado europeo. Acerca de su proceso creativo, cuenta que las tramas siempre surgen a partir de la indagación de cierto momento histórico. “La investigación es la parte que más disfruto y para mí es como ir a tomar un helado”, expone.
Y continúa: “Empiezo a tirar de un hilo y no puedo parar, buscando en el submundo de la vida cotidiana, la oscuridad que les toca a vivir a quienes menos pueden en todos los aspectos”.
Más tarde, elige los personajes que darán vida a la narración, inspirándose en personas de su entorno. Hasta que, llega el momento de dar rienda suelta a la composición, con mate de por medio, cada día, preferentemente por las mañanas.
Ahora, inmersa en esa rutina se encuentra creando “algo distinto”, vinculado a la tercera edad, aunque confiesa que no sabe “qué va a pasar”. “Es un gusto mío”, comenta. Asimismo, otro proyecto se ambienta en la Europa de 1800 y espera que vea la luz en 2023.