En los últimos años, la sustentabilidad ha adquirido protagonismo y la sociedad se nutre, paulatinamente, de hábitos cada vez más concientes. De esta manera, se impusieron cambios en la moda y la alimentación, por ejemplo. Asimismo, el universo de la cosmética no fue la excepción, dando lugar a opciones naturales enmarcadas dentro de la denominada biocosmética.
La misma refiere a productos destinados al cuidado de piel, realizados a partir de ingredientes de origen vegetal. Además, estos proceden de cultivos ecológicos, “sin sintéticos, sin artificios” –explica Julia Denna, quien está detrás de la tienda Paraísa-.
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Acerca de la diferencia frente a la industria tradicional, advierte que esta última contiene “un montón de ingredientes para que el producto se mantenga en situaciones difíciles, como altas temperaturas o transportes largos”.
“La cadena productiva en sí requiere muchos conservantes y la piel es un órgano que absorbe todo, en un cuerpo que no está diseñado para metabolizar esas cosas”, sigue. En esta línea, señala que las principales consecuencias son “desarreglos hormonales, alergias, susceptibilidades de distintos tipos y acumulación tóxica” en el organismo.
En tanto, la biocosmética se caracteriza por ser “más saludable” –asegura Denna- debido a su composición de materia prima orgánica. A su vez, entre otros beneficios, afirma que suscita “resultados superiores”.
Productos de Paraísa. Fotografía gentileza Julia Denna.
Al respecto, explica: “La cosmética clásica tiene siliconas y muchos elementos que actúan como si fueran maquillaje. No importa sanar, sino aparentar. Entonces, parece que el pelo está suave, pero, en realidad, tiene una película de plástico que hace creer que está sano, cuando se mantiene deshidratado”.
Por otro lado, se destaca el impacto ecológico, ya que muchas marcas convencionales usan derivados de petróleo que dañan al planeta.
Proceso artesanal
Plantas libres de pesticidas, “cosechadas con respeto en el tiempo que corresponde”, de las cuales se toman ingredientes activos y se utilizan al 100%, se combinan para originar sérums, jabones y otras alternativas.
La operación tiene como primer paso la adquisición de la materia prima, ya sean plantas o aceites vegetales. Posteriormente, es momento de la fusión entre extractos, de forma tal que generen los efectos deseados.
“Es decir, si hay que tratar un cabello graso, regulando el sebo, hay que elegir plantas que puedan sumar a ese cuero cabelludo como la orquídea, romero y también arcillas verdes”, especifica Denna. Y comenta: “Hay una parte creativa en esa selección y luego hay que hacer que funcione”.
Por último, determinados cosméticos requieren un lapso de maceración –como ocurre con los sérum– o de curación –caso de los jabones-. “No se hacen inmediatamente, ya que se necesita tiempo para extraer las propiedades y que logren estar a un nivel de pH para la piel exacto”, desarrolla Julia.
Finalmente, una vez que llega al consumidor, duran alrededor de un año. La emprendedora aclara que, pasado ese plazo, “puede pasar que se oxiden o que vaya disminuyendo el potencial”. No obstante, no se pudren ni generan daños.